Blog de Manuel Saravia

Servilletas manuscritas

Espera, espera, que lo apunto aquí. Un momento, que hago un croquis. A ver, un papeluco, que lo apunto. Las servilletas de papel son un vehículo insustituible para algunas notas, bocetos, esquemas rápidos. Todos lo sabemos. Fernando Iwasaki, en “El derby de los penúltimos” se pone las botas: dice que recoge los textos de las “servilletas manuscritas y todos esos cachivaches que atesoran los náufragos y los desterrados”. Sí: los últimos y los penúltimos son los que más necesitan de las servilletas de papel. Pero no solo. Frida Khalo, por ejemplo, escribía también en papelucos: “La tristeza se retrata en todita mi pintura, pero así es mi condición”. Pobre. Es verdad: las mejores ideas, o las más sentidas, o las más urgentes, salen muchas veces delante de una servilleta de papel que te grita: guárdalo aquí, idiota.

Y ¿cómo escribir? José Ángel Valente, en el Elogio del calígrafo, nos lo cuenta. Recordemos dos cosas. Una: “El vuelo del cuerpo y del espíritu son una misma cosa”. Es verdad. La ligereza de la mano, los gestos de la boca que tantas veces hemos visto hacer a los calígrafos, delineantes o pintores, para acompañar al trazo de tinta, expresan esa misma idea: la mente y la mano van juntas. Qué bonito. Dos: “De la lentitud de la muñeca nacen las curvas sustanciosas”. Ya lo sabíamos. Y que cada cual lo tome como quiera. Por mi parte, entretanto, seguiré haciendo el indio en las servilletas que caigan a la mano. Gracias por su visita. Felices fiestas.

(Imagen procedente de http://photos1.blogger.com/blogger/6661/1474/1600/dehesa.jpg).

 


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