Blog de Manuel Saravia

Un pabellón con vistas

(Hilo 30)

En 2016 se planteó, en el Consorcio de la Feria de Valladolid, una propuesta de “reformulación” urbanística que, al menos en lo básico, se aceptó. Consistía (lo expondré también de forma básica) en tres cosas: 1ª. Abrir el espacio (fuera tapias) y construir un parque en el frente de la avenida de Gloria Fuertes. Para ello la Junta de Castilla y León cedería ese suelo (de su propiedad), si bien se recuperaría, en subterráneo, el parking que ahora utiliza. 2ª. Diseñar algunas nuevas parcelas que pudiesen ofrecerse, mediante concesión, a la gestión privada. 3ª. Como quiera que no parece necesario para Valladolid un Palacio de Congresos (entendido como un nuevo edificio autónomo, especializado, costosísimo), sino un “espacio de eventos” con capacidad para 2000 asistentes, se plantea reorganizar el espacio de la Feria de manera que pueda asumir bien ese tipo de actos. Sin diseñar un espacio, por tanto, “con sillas atadas al suelo”, sino que pueda valer para muchas cosas más. (Abajo, boceto y plano de la propuesta de reordenación).

En urbanismo se tiene el convencimiento de que nunca está de más recordar de dónde vienen los espacios. Recordemos, pues. Cuando se instaló la Feria entre 1961 (año en que se firmó el convenio entre varias instituciones para ponerla de nuevo en marcha) y 1965 (fecha en que se inaugura), se ocuparon dos manzanas del ensanche de Valladolid, que estaban separadas por una calle, la cual se incorporó sin más a su recinto, sin ningún trámite urbanístico (lo que fue objeto, por cierto, de un informe negativo en el Ayuntamiento). Es cierto que no era la primera vez que se instalaba una Feria de Muestras en Valladolid. Pues en el año de 1935, a propuesta de la Cámara de Comercio local, tras la creación de un Alto Patronato (constituido por la Cámara, el Círculo Mercantil, el Diario Regional y la Escuela de Comercio), el arquitecto Jacobo Romero ordenó el emplazamiento en las cocheras de los tranvías, donde se instalaron hasta 80 stands cubiertos y 50 al aire libre.

Y desde entonces y hasta el año 1965, en que se pudo refundar, no cesaron los intentos de relanzarla. Así, por ejemplo, en 1953 el Ayuntamiento cedió terrenos a la Delegación Sindical con esa finalidad, para “demostrar la pujanza económica (…) y también al objeto propagandístico”. Se instalaría este incipiente Feria en las Moreras, aunque se planteaba la necesidad de contar con un espacio propio que permitiese no desmontar los pabellones en cada ocasión. Y desde esa fecha, como decía, se vieron 50 años de ferias y congresos. Y así en 2015 se cumplió el 50 aniversario de la inauguración del recinto de Feria de Valladolid en Huerta del Rey, un acontecimiento que marcó el inicio de una nueva etapa ferial, ininterrumpida hasta 2020 (año en que no se celebró) y recuperada en 2021, sucediéndose en ese enclave numerosos certámenes y eventos de toda índole. (Abajo: cuatro imágenes de la historia del enclave).

La decisión de construir el recinto se había adoptado el 27 de abril de 1961, cuando se acuerda construir el espacio propio de la Feria de Muestras en la Huerta del Rey. Y la colocación de la primera piedra tuvo lugar el 19 de julio de 1964. El proyecto ferial se concibió entonces como una herramienta que impulsaría el desarrollo económico de la ciudad y la provincia, y de ahí la implicación del Ayuntamiento, la Diputación, la Cámara de Comercio y la Caja de Ahorros Provincial. El cambio más significativo desde entonces fue, probablemente, el que tuvo lugar con la remodelación de los años 90. La imagen que hoy vemos procede básicamente de entonces.

En la actualidad, los espacios disponibles tienen las características (dimensiones, instalaciones) expresadas en su web. Pero en los últimos años ha habido varias mejoras importantes. Tras el cambio en la gestión, por jubilación de quien estuvo al frente varias décadas, Juan Useros, accedió Alberto Alonso. Posteriormente, el nuevo PGOU ha modificado la calificación para facilitar lo previsto en los acuerdos antes citados. Y en los últimos años, como se decía antes, se ha realizado una actuación importante de mantenimiento y mejora (reparación de cubiertas, supresión de columnas del pabellón 3, reforma de los accesos y los aseos, nuevo pavimento, pintura y cortinas acústicas, que permitirán la compartimentación). En último término, un mejor uso de todo el espacio. (Abajo: imágenes de las obras recientes, antes y después).

Con todo, pensamos que la idea del pabellón con vistas, y el parque en el lateral, abriendo más el recinto a la ciudad (¿he dicho “fuera tapias”?) puede seguir vigente. Se alude con esta propuesta, ya desde aquel escrito de 2016, a ese pabellón de Dresde junto al río que se ve en la imagen inicial. Y que se atiene a la recomendación que también entonces hicieron Cetulio y Gómez Merino. Cuando decían que importa, para nuestro caso, crear “un espacio que mentalmente interese”. Un espacio singular, que también por su imagen pudiera atraer a gente de fuera. Un espacio diferente, ampliamente iluminado con luz natural. Para que se puedan organizar congresos o encuentros en los que “no te metan en una caja”.

Y dicho lo anterior, no puedo por menos que aludir al libro de E. M. Foster y a la película de James Ivory, Una habitación con vistas. Porque si en ella, apoyándose en la luz suave y natural que entra por la ventana del hotel y crea una atmósfera amena y amable, pensamos que un pabellón abierto al parque también podría hacerse eco y participar (como diría Paul Attanasio al comentar la película) de un parecido “banquete para los ojos”.

(Imagen del encabezamiento: procedente de bhkw2016.de/bhkw2016-konferenz-hotel).

 


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