En el Pleno municipal celebrado hoy (11 de enero de 2022) se presentaba una moción de Vox en la que se decía que “basta un paseo a pie por nuestra ciudad, da igual que sea por el centro o por los barrios, para comprobar que la ciudad está abandonada, llena de pintadas y carteles…”. No es verdad, en absoluto.
1. El paseo. ¿Basta un paseo? Pues hagámoslo. He recorrido, para preparar la respuesta a esta moción, San Pedro Regalado, Barrio España, Rondilla, La Victoria, Girón, Huerta del Rey, Villa de Prado, Parquesol, El Peral, La Rubia, Paseo de Zorrilla, San Andrés, Delicias, Pajarillos, La Overuela, Pinar y Puente Duero. No son toda la ciudad, pero es un ámbito suficientemente significativo. Y después de pasearlo: no es cierto lo que se dice en la moción. (Dudo mucho que el ponente haya hecho el paseo que reclama: no diría lo que dice).
El paisaje urbano de Valladolid es magnífico. Era y es un paisaje en construcción (siempre) y mejorable (siempre), pero casi en su totalidad decoroso y cuidado y, en muchos lugares, extraordinariamente valioso. (Abajo, imágenes de las calles de Mantería, Curvada, Cardenal Torquemada, Amadeo Arias, Platerías, Juan Mambrilla, Cigüeña, Julián Humanes, Padre Manjón, Real y del Pinar. Pueden verse en Google todas las demás).
Lo cierto es que no hay un problema importante de grafitis. No se puede decir lo contrario. Si hubiese estadísticas sobre este asunto se corroboraría mi afirmación. No lo hay. Por supuesto que hay pintadas. En todas las ciudades, todas, hay pintadas. Pero en Valladolid no es un asunto preocupante. En el Pleno se aludía a algunas calles de algunos barrios (creo que no interesa decir exactamente su localización) en las que había alguna pintada cuidada, en espacios limitados, nada agresivas. Es verdad que en ocasiones (es cierto, ni se puede ni se debe negar) muchos de los grafitis son inconvenientes, agresivos, indiscutiblemente molestos. Sobre todo en persianas de comercios, en accesos, en locales cerrados. Pero otros no. En general (no siempre) se pinta en edificios abandonados: ¿es mejor la ruina vacía o se agrava si lleva grafitis?
Pero en general las calles están bien. Cité algunas calles limpias (que a pesar de presentar lienzos blancos perfectos para nuevas pintadas, se mantenían blancas). Además, se limpia y se denuncia. No hay dejación, en absoluto. Es evidente que no la hay. No solo en los atestados policiales se prueban las denuncias, sino que las mismas fachadas validan en muchos casos la limpieza. Se puede ver que se ha limpiado. Que se cuida. Hay algunos casos singulares de grafiteros activos, responsables de muchas de las pintas más agresivas, claramente antisociales (lo veo así, qué le vamos a hacer). Y para ver que se actúa, cabría recordar el juicio del “Ojo del diablo” (con el examen de grafoscopia).
2. Los grafitis. Podría hablarse de la naturaleza de los grafitis. Múltiple. Pues como tantas veces, no vale resumirlo todo en una sola instancia. Es evidente la voluntad de estilo de la mayoría de los grafiteros. Hay numerosos estudios (muchísimos) de este tipo de acción. Y todos dicen: los grafitis son cultura (lo es: se pongan como se pongan algunos). Lo es, como el hiphop (insisto: se pongan como se pongan). Pero vayamos a dos instancias. La primera: el ruido, los grafitis molestan como molesta el ruido. Hay muchas personas que desean un espacio placentero en el que no haya ninguna distorsión (desde su personal idea de lo que resulta molesto).
Porque a muchos les desagrada simplemente lo que pudiera parecer desorden: que se pinte o escriba donde no está previsto, por ejemplo. Incluso aunque fueran imágenes o textos inocuos. Porque (es curioso) si la imagen es ciertamente horrible, pero está en espacios de la publicidad comercial y se inserta en el circuito comercial, nada pasa. Pero si procede de alguien “alternativo”, que pinta sin control, puede molestar muchísimo.
No puedo dejar de recordar el debate sobre la posibilidad de que en la calle circulase alguna “persona semidesnuda” que se suscitó en el proceso de elaboración de la ordenanza de protección del medio urbano. A quienes les molesta una persona “semidesnuda” (esta era la denominación de la tristemente conocida como “ordenanza antivandálica”) les molestan casi todas las pintadas. ¿Semidesnudas?
Sin embargo hay muchísimas que son extremadamente inocuas. Por ejemplo, las de Lucía. “Llegaba a creerme que bastaba con escribir una y otra vez aquel nombre para que luego, al salir a la calle, su poseedora se viera forzada a venir a mí, arrebatada por la fuerza que generaba esa repetición sin fin, que era la fuerza hipnótica de la lluvia” (G. Martín Garzo, El libro de los encargos). Y es cierto, hay muchísimas pintadas con nombres de la persona amada. Aunque Lucía gana por goleada. (Y aquí he querido recordar en el Pleno también el episodio de las pintadas de La vida de Brian: Romani ite domun, 100 veces).
En ocasiones (muchas, ciertamente) el grafitero busca la provocación. Y ahí se apoyan algunos partidos políticos (¿he dicho Vox?) para criminalizar a algunos grupos y movimientos a los que esa provocación les distorsiona gravemente. En el Pleno he citado el libro de Carmen Palenzuela sobre los grafiti de los espacios ferroviarios de Valladolid: Espacios para la libertad (2009, con la colaboración del Museo Patio Herreriano). En él se recogen múltiples diseños plasmados en los muros próximos a las vías. Interesantísimos.
3. La acción administrativa. En torno a este asunto, ¿qué ha de hacer desde el Ayuntamiento? Podemos ver, para empezar, qué se hace en otros lugares. Palma de Mallorca: cobrar por limpiar (2 euros por m2). Salamanca, con las normas y la gestión auspiciada por el PP, récord de pintadas (no parece que sea muy efectivo esa gestión). En Zaragoza (un ayuntamiento que cuenta con el apoyo de Vox): muchísimas pintadas y en muchos casos sobre edificios monumentales: vaya por Dios. Enhorabuena, Vox. En Sevilla: son los mejores, la imaginación al poder (sobre cada pintada que se limpia o elimina se añade otra que dice que se ha eliminado: ¿no son geniales?).
La normativa vigente en Valladolid es la Ordenanza de protección del medio urbano, aprobada en Pleno del 6 de febrero de 2018. Funciona a través de la figura de las “drous” (declaraciones responsables). Está muy bien, creo. De verdad, creo que se llegó a una buena norma. Llevó su tiempo y bastantes debates para su aprobación. Pero quedó bien (insisto). Y desde entonces: ¿hay más o menos pintadas que antes? ¿Más o menos problemas? Creo que ha sido una ordenanza útil.
Final. Dos casos, para acabar bien. No con Bansky, ni con Miguel Ángel (qué cosas hay que oír). Sino con dos pintores anónimos. Primero, con una pintada de los años 80, que se plasmó en lo alto de un edificio, a punto de inaugurarse en Berlín, pero que luego lo caracterizó para siempre, y que ha resultado su principal atractivo. Nadie lo conoce por su nombre oficial (Viviendas de Schlesisches Tor), sino por el que se pintó: Bonjour, tristesse.
Y ahora, otra de aquí: En la rotonda de San Agustín alguien pinta (¿quién lo hará? ¿cómo lo hará? Es peligroso) mensajes cada poco. El que ahora traemos no es el último (lo han cambiado: ¿quién lo hará?). Pero me gusta éste, que figuró allí mucho tiempo: “La luna es el blanco testigo de las almas que se adoran. Y está llena de miradas esperando una respuesta”. ¿No es precioso?
(Imagen del encabezamiento: la pintada de San Agustín).