Un fragmento del último libro de Tony Judt
Ayer publicaba El País un breve fragmento del último libro de Tony Judt, el historiador británico recientemente fallecido (Algo va mal, Madrid, Taurus, 2010). Y no puede ser más oportuno. Dice Judt: “La disposición al desacuerdo, el rechazo o la disconformidad -por irritante que pueda ser cuando se lleva a extremos- constituye la savia de una sociedad abierta». La savia, la vida. «Necesitamos personas que hagan una virtud de oponerse a la opinión mayoritaria. Una democracia de consenso permanente no será una democracia durante mucho tiempo”. El autor se centra en Gran Bretaña o los Estados Unidos (los dos países que conocía mejor), pero sus comentarios bien podrían valer muy bien para nuestro país.
Porque no estamos hablando de consensos formales (tan escasos, por cierto), sino de los implícitos consensos culturales que nos aplanan, que limitan la disidencia y la reducen, en muchos casos, a cuestiones casi anecdóticas. Veamos un ejemplo: “En Estados Unidos, a cualquier conversación sobre el tema del gasto público y las ventajas o desventajas de un papel activo del Gobierno enseguida se le aplican dos cláusulas de exclusión. De acuerdo con la primera, todos estamos a favor de que los impuestos sean tan bajos como sea posible y de que el Gobierno se entrometa lo mínimo en nuestros asuntos. La segunda -en realidad, una variación demagógica de la primera- afirma que nadie quiere que el `socialismo´ sustituya nuestra forma de vida y de gobierno tradicional y eficiente”.
En España se puede discutir sobre los impuestos y no se rechaza (creo) el socialismo como forma de gobierno eficiente. Pero lo cierto es que hay demasiados temas prácticamente indiscutibles, que sólo pequeñas minorías se atreven a plantear en la arena pública. “Hasta los intelectuales han doblado la rodilla”, dice Judt. Especialmente en el ámbito de la política económica “los ciudadanos de las democracias contemporáneas nos hemos vuelto demasiado modestos. Se nos ha aconsejado que dejemos esas cuestiones a los expertos: la economía y sus implicaciones políticas están mucho más allá del entendimiento del hombre o la mujer corrientes, de lo que se encarga el lenguaje cada vez más arcano y matemático de la disciplina”. Los “legos” no nos atrevemos a oponernos a los expertos: “Si lo hicieran, se les diría -como un sacerdote medieval podría haber aconsejado a su grey- que son cosas que no les incumben. La liturgia debe celebrarse en una lengua oscura, que solo sea accesible para los iniciados. Para todos los demás, basta la fe”.
Decíamos antes que el artículo era especialmente oportuno ahora. Pues ciertamente es fe lo que pide nuestro Gobierno para que apoyemos, acríticamente, sus recientes medidas de orden económico, laboral y social. Sin embargo, hay que abrirse a la indignación. “No podemos reconstruir nuestra lamentable conversación pública -lo mismo que nuestras ruinosas infraestructuras físicas- si no estamos lo bastante indignados por nuestra condición presente”. Y Tony Judt concluye: “Hemos de actuar guiándonos por nuestra intuición de una catástrofe inminente”.
(Imagen: Acto de oposición de grupos de estudiantes al proceso de Bolonia en Sevilla. Imagen procedente de noaboloniahistoria.wordpress.com)
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