Blog de Manuel Saravia

Huellas en la playa de Rodas

Por sus títulos los conoceréis. Clarence J. Glacken tituló su magnífico libro sobre el pensamiento occidental de la relación entre naturaleza y cultura con esta intrigante expresión: Huellas en la playa de Rodas (California, 1967). ¿No es sugerente y atractivo? Nos recuerda en la introducción lo que dijo el bueno de Varrón: “La naturaleza divina hizo el campo y la pericia del hombre hizo las ciudades”. Porque aquel funcionario romano (“el más sabio de los romanos”, como dijo de él Cicerón) enunciaba lo que ha sido durante decenas de siglos una arraigada convicción.

Lo natural en el campo, lo artificial en las ciudades. “Aquello en lo que habían puesto sus esperanzas los hombres de ciencia árabes, los alquimistas medievales, Bacon, Paracelso, Descartes, el propio Leibniz, estaba siendo realizado: el hombre había alcanzado un nivel en el cual podía confiar en su progresiva capacidad para dominar la naturaleza”. Las ciudades eran el mejor logro.

Una historia de las ideas que está llena de alusiones, desde hace siglos, al papel “del hombre” en el cambio climático. Hume, por ejemplo, especuló acerca de que los climas más cálidos de su tiempo se debían “sólo a la acción del hombre”. Y Kant “había reconocido la actividad humana como uno de los agentes, pasados y actuales, que, junto a los terremotos, los ríos, la lluvia, el mar, el viento y el hielo causan cambios físicos a lo largo del tiempo histórico”. El capítulo 14.3, titulado “El cambio climático y la industria del hombre” recoge los testimonios de los autores de los siglos XVII a XIX sobre el tema “del hombre como modificador activo de la naturaleza”. ¿Hay algo de mayor actualidad?

Pero vayamos con el título. Se cuenta que Aristipo, el discípulo de Sócrates, arrojado por un naufragio a la playa de Rodas, al ver en la arena unas figuras geométricas, gritó a sus compañeros: “Enhorabuena, porque veo huellas de hombres”. Lo cuanta Vitrubio con entusiasmo. Aunque, la verdad, viendo adónde hemos llegado, quizá no debería haber sido tan optimista. Mejor debería haber dicho: “Ojo, parece que por aquí hay seres humanos. A ver qué hacemos”.

(Foto de Alexandros Damigos, Tsambica, Rodas. Procedente de www.travelling-greece.com/tsambica-golden-beach-rhodes/).


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