No puedo con ella. Me trae a maltraer. Me refiero a la luna, por supuesto. Tiene tantos admiradores que podríamos formar el mayor club de fans de la tierra. Cuando se llena, como el pasado lunes, quedamos embobados. Porque es en momentos como ése cuando despliega todo su poderío. Que[…]
Algunos hallazgos de etimología ficción
La etimología, es cierto, navega lenta. Busca (despacito) dónde empezaron las palabras. Y generalmente lo hace investigando sobre datos antiguos. No sé: libros, papeles, esas cosas. Pero ya Píndaro sugirió la posibilidad de formular “etimologías creativas”. Fue el primero de una saga de etimologistas de ficción que han propuesto orígenes[…]
Dibujar compulsivamente
La exposición que se muestra ahora en el Museo Nacional de Escultura, “Hijo de Laocoonte. Alonso Berruguete y la Antigüedad pagana”, es una buena ocasión para intentar hacernos todos, de nuevo, un poco más renacentistas. Una pizca. Porque pocos personajes pueden ayudarnos mejor que él a penetrar en el espíritu[…]
El verano, el verano, el cansadísimo verano
Por mucha música que le pongamos, por muchas terrazas, mucho viaje, mucho sol, mucha sombra, mucha agua… el verano siempre nos arrasa. El tiempo del acabamiento no es el invierno, ni mucho menos el otoño. Es el maldito verano. Donde si no te cosechan inmisericordes, te agostas solo. Es sabido[…]
El viajero subterráneo
Viajar bajo tierra no es buena idea, créanme. Nos lo cuenta Marc Augé en su librito titulado precisamente El viajero subterráneo. En su capítulo central, “Soledades”, da cuenta de cómo, cuando las ventanas van a negro, “cada cual vive su vida”, y cómo esa vida misma de cada uno es[…]
Como un escolar
Hay un poema de Gil de Biedma (qué bueno era este hombre) en que se lee lo siguiente: “Y una buena mañana / la dulce libertad / elegiste impaciente, / como un escolar”. Es curioso. Pues de la misma forma en que se puede jugar a entrever en cada una[…]
Mujer sentada junto a la ventana
No hay nada como las ventanas. Por las noches son rectángulos amarillos que dan vida a las calles. Por el día meten la ciudad hasta la cocina. Permiten la privacidad. Pero también aprovecharse de lo bueno de fuera: el sol, la luz, la brisa. Ver el cielo. Y si hace[…]
Macadán y otras palabras amigas
El tristísimo libro de Lucia Berlin (yo diría que más incluso que el de Svetlana Aleksiévich, vaya racha), titulado como uno de los relatos breves que incluye, Manual para mujeres de la limpieza (Alfaguara, 2016) lleva también una brevísima narración titulada Macadán. Qué cosa más bonita. El macadán (o macadam)[…]
De noche, con las dulces sombras
Vamos a ver: ¿qué ha de tener la ciudad para llegar a ser ese espacio acogedor y completo que esperamos? Tendrá buenas calles y plazas de gran vitalidad. Pero habrá de disponer también de una serie de provechosos parques. ¿Provechosos? ¿Qué ha de ofrecer un parque para cumplir su función[…]
Nuevas instrucciones para llorar
Entre los clásicos la cosa estaba clara. Garcilaso, por ejemplo, nos daba ya en su momento algunas instrucciones para llorar. Por cosas de amor, ya sabemos. Para él se debía oscilar “entre una entrega o renuncia al llanto, según el caso, en la medida en que se observe en el[…]