Realmente podría decirse que se trata de una actualización de las contradicciones. Porque en el último libro de David Harvey (está firmado en enero de 2014 en Nueva York) se da cuenta de las 17 principales incoherencias y tensiones internas del proyecto capitalista, unas discordancias que ya habían sido puestas de manifiesto en numerosas ocasiones y ahora se ponen al día. Se titula Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo, y está editado en España por Traficantes de sueños (2015).
El objetivo del autor es investigador, pues “necesitamos algo diferente en cuanto a métodos de investigación y concepciones mentales en estos tiempos intelectualmente estériles si deseamos escapar del paréntesis actual en que se hallan sumidos el pensamiento económico, la aplicación de las políticas públicas y la política tout court”. El listado es interesante. Las siete “contradicciones fundamentales” son las siguientes: valor de uso y valor de cambio; valor social del trabajo y su representación social mediante el dinero; la propiedad privada y el Estado capitalista; la apropiación privada y la riqueza común; capital y trabajo; el capital como cosa o como proceso; y la contradictoria unidad entre producción y realización.
También analiza Harvey las que denomina “contradicciones cambiantes” (sobre tecnología, división del trabajo, monopolios y competencia, producción del espacio, renta y riqueza, reproducción social y “libertad y sometimiento”). Y por último, las “contradicciones peligrosas”: el crecimiento exponencial y acumulativo sin fin, la relación del capital con la naturaleza y la alienación universal.
En fin, el libro acaba con un capítulo de conclusiones titulado “Perspectivas de un futuro feliz pero disputado: la promesa del humanismo revolucionario” (humanismo, sí). Y con un brevísimo epílogo de “ideas para la acción política”, que se concretan en 17 enunciados, uno por contradicción. Veamos qué se dice en algunos de ellos. “Deberíamos luchar por conseguir un mundo en el que: 1. “La provisión directa para todas las personas de valores de uso apropiados (vivienda, educación, seguridad alimentaria, etc.) tiene prioridad a su provisión por medio de un sistema de mercado que maximiza las ganancias, concentra los valores de cambio en unas pocas manos privadas y adjudica los bienes sobre la base de la capacidad de pago”.
Seguimos. Vayamos al 6. “La vida cotidiana se ralentiza –la locomoción será placentera y lenta- para maximizar el tiempo dedicado a las actividades llevadas a cabo en un entorno estable y bien cuidado, protegido de episodios espectaculares de destrucción creativa”. Y otro más: el 16. “La apropiación y la producción de las energías naturales para las necesidades humanas debe acelerarse, pero con la máxima consideración hacia la protección de los ecosistemas, prestando la mayor atención al reciclaje de los nutrientes, prestando la máxima atención al reciclaje de los nutrientes, la energía y la materia física en sus lugares de procedencia y con un grandioso sentido del reencantamiento con la belleza del mundo natural, del que somos parte y al que podemos contribuir, y contribuimos con nuestros trabajos”.
En fin. Un libro extraordinariamente útil para comprender el mundo, al que no se le puede pedir más. Pues en ningún momento se compromete a otra cosa que explicar las cosas. Pretende –dice Harvey- actuar contra el fetichismo de las máscaras, distorsiones y disfraces de lo que sucede realmente en el mundo que nos rodea. Un mundo lleno de fetiches. Pues “para poder actuar coherentemente en el mundo tenemos que indagar bajo las apariencias superficiales, ya que éstas suelen inducir a una actuación con efectos desastrosos”.
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