Blog de Manuel Saravia

Rutte, turrón del duro

Hablando de religión el primer ministro holandés, que presentó ayer su dimisión, dijo hace tres o cuatro años “que un 51% de él creía en Dios, mientras que un 49% no lo hacía”. Cielos. Ni sí ni no. Cree en Dios, pero solo en parte (eso sí, mayoritaria al 51%). Qué graciosos son estos políticos de centro-derecha. Están dotados de una campechanía estadística, podríamos decir, que los hace adorables.

Casi comestibles. “No estoy hecho de mazapán”, llegó a confesar alguna vez. Y más aún: “No estoy hecho de plastilina”. O sea, que aguanta la presión. Especialmente la sentimentaloide. De ahí que dejase pasar (para algo es liberal: laissez passer) las denuncias que se comenzaron a presentar en 2014 sobre irregularidades en la gestión de los subsidios para el cuidado externo de los hijos menores. Pero no nos pongamos sentimentales, como si fuésemos de mazapán. Nosotros, los liberales, turrón del duro.

Cualquiera entiende que ningún responsable político tiene que estar al tanto de todo lo que suceda en todos los departamentos a su cargo. Pero cuando las denuncias fueron públicas y necesariamente tuvo que conocer el caso, cualquiera entiende también que tenía que haber tomado cartas en el asunto. Se trataba de algo gravísimo, que afectaba a varios ministerios. Decenas de miles de familias fueron consideradas delincuentes, perdieron hogares y empleos y acabaron en bancarrota por las denuncias erróneas e injustas de la Hacienda Pública. Pero… ay, amigo, la mayoría de los afectados eran familias de inmigrantes.

Es verdad que la responsabilidad no solo le corresponde a él. Estaban implicados varios partidos (el líder laborista también cayó, por ejemplo) y distintos ministros y altos cargos de varios gabinetes. Funcionarios, que en los documentos de los subsidios añadían el origen de los padres (marroquíes y turcos, en su mayoría). Incluso, como se ha puesto de manifiesto en el informe de la comisión parlamentaria creada al efecto (titulado Injusticia sin precedentes), también es responsable el propio Parlamento, “por redactar leyes que no hacen justicia a las situaciones personales”. Y muchos de los jueces por los que ha pasado el caso, “por aplicar de forma implacable las normas, sin atender a los preceptos administrativos que protegen a los ciudadanos”.

En fin. Un país durísimo. Quiero creer, con todo, que este caso ha sido una excepción allí, y también que no podría suceder aquí. No puede haber tanta gente tan insensible, en cadena. Tan desentendida. Tan impasible. Pero lo cierto es que Rutte no se dejó impresionar con los sentimientos blandos de esa gente del sur que recibía un «trato institucionalmente sesgado». Ayer, en medio del revuelo, reconoció que «se ha criminalizado a personas inocentes, cuyas vidas fueron destruidas». Pero han tenido que pasar 6 años y explotar un enorme escándalo para que reaccionara. No sé. Parece que le estoy oyendo, años atrás: Que Dios os ampare, hermanos. Y a otra cosa.

(Imagen: Mark Rutte saliendo ayer del edificio Binnenhof. Fotografía de Reuters, publicada en elconfidencial.com).


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