Blog de Manuel Saravia

Políticas de peso, despliegue y velocidad


Tony Judt lo dijo con rotundidad: los políticos que nos gobiernan “no transmiten ni convicción ni autoridad. Beneficiarios de unos Estados del bienestar cuyas instituciones ponen ahora en entredicho, todos ellos son hijos de Thatcher: políticos que han supervisado el abandono de las ambiciones de sus predecesores”. Y luego viene lo peor: “Convencidos de que hay poco que puedan hacer, hacen poco. Lo mejor que puede decirse de ellos (…), es que no representan nada en particular: son políticos light”.

Según creía, ya no tenemos “movimientos políticos”. Aunque miles de personas puedan acudir a manifestaciones o mítines, “en esas ocasiones nos une solo un interés común. Cualquier esfuerzo para convertir tales intereses en metas colectivas suele chocar con el individualismo fragmentado de nuestras preocupaciones. Objetivos muy loables –la lucha contra el cambio climático, la oposición a la guerra, la defensa de la sanidad pública o de penalizar a los banqueros- solo están ligados por la expresión de esa emoción. Nos hemos convertido en consumidores no solo en nuestra vida económica, sino también en la política: al escoger entre una amplia gama de objetivos rivales nos resulta difícil imaginar formas o razones para combinarlos en un conjunto coherente. Tendremos que conseguirlo”. Tony Judt escribía esos párrafos en 2010 (Algo va mal). Falleció el 6 de agosto de ese mismo año, sin que sus deseos tuviesen visos de ser cumplidos.

Sin embargo, existen políticos (y políticas, ¿por qué no ponerlo en femenino?) que son lo opuesto a lo light. Mujeres y hombres cabales que saben estar en su sitio y defender con brío el bienestar colectivo, la justicia y la equidad, las esperanzas perdidas. Políticos y políticas que saben distinguir entre una donación humillante y un derecho. Que son conscientes de que “los ricos no quieren lo mismo que los pobres” (otra vez Judt). Que piensan de otra forma y hablan de otra forma. Que promueven debates genuinos. Que tienen iniciativa. Que fomentan la participación pública y la reducción de la alienación cívica. Que son conscientes de que ha de volverse a la “cuestión social”.

Pero no basta con las buenas intenciones y la claridad de ideas. Hay que llevar a efecto las propuestas. Para lo cual es necesario poseer también unas cualidades que son muy selectivas. Algunos lo han asociado a la táctica militar. Un amigo me regaló hace algún tiempo un librito de estrategia de hace más de 2000 años que circula bastante entre los políticos de nuestra comunidad. Me refiero a El Arte de la Guerra, de Sun Tzu. Pero no hay que irse tan lejos. La táctica militar de Napoleón se empleaba en el “despliegue en columnas” y la “guerra relámpago”, que le proporcionó éxitos notables frente a ejércitos muy superiores en número.

En efecto, si analizamos con detalle algunas propuestas de acción política reciente en nuestro entorno podemos encontrar ejemplos en los que la estrategia basada en el despliegue de efectivos en varios frentes y la rápida actuación ha llevado al éxito de la misión propuesta. Hay políticas y políticos de peso, que tienen las cualidades del buen estratega y el empuje de quien quiere y sabe llevar adelante los proyectos políticos necesarios. No podemos estar constantemente llorando por una cohorte de profesionales de la política que incitan la desconfianza colectiva. También los hay con recursos de gestión y estrategia, y que son conscientes de que siguen ahí “los problemas de la injusticia, la falta de equidad, la desigualdad y la inmoralidad”. Convencidos de que “sólo hemos olvidado cómo hablar de ellos”.

(Imagen del encabezamiento procedente de http://unadocenade.com/).

 


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