Por casualidad estaban juntos en la estantería. Por un lado el libro de Eric Klinenberg, Palacios del pueblo. Políticas para una sociedad más igualitaria (Capitán Swing, 2021). Y junto a él, No-cosas. Quiebras del mundo de hoy, de Byung-Chul Han (Taurus, 2021). Los dos hablan, según creo, de la necesidad de hacer pie. El uno, para anclarnos al “orden terreno”. El otro, para afianzar el orden democrático. Y ambos podemos promoverlos. En el mismo espacio.
Es posible (e ineludible) impulsar el desarrollo de infraestructuras sociales, entendidas como espacios públicos de interacción. Ya que la construcción de nuevos “espacios donde pueda reunirse todo tipo de gente es la mejor manera de reparar las fracturadas sociedades en las que vivimos hoy en día”. Hace tiempo que se sabe “que la cohesión social se genera por la interacción humana recurrente y la participación conjunta en proyectos compartidos, no solo por adoptar por principios ciertos valores y creencias abstractas”. También se sabe que una infraestructura social sólida “protege la democracia”. Y Klinenberg se esfuerza en mostrar el papel y consecuencias de la interacción y de los “vínculos saludables” que se crean en los huertos vecinales, los “centros de jubilados”, terrenos comunes de todo tipo, piscinas públicas (las sundlaug de Islandia), etc. Y concibe el papel de estos espacios como “líneas de vida” que funcionan “asimismo como ‘palacios del pueblo”, según la expresión que usaba Andrew Carnegie para describir las bibliotecas públicas.
Por otro lado, el libro de Byung-Chul Han ofrece un panorama tan nítido como inquietante. Describe el imparable proceso, la inmensa pérdida del mundo de las cosas a la que no podemos asistir impasibles. Probablemente nos remita (entiendo que así puede verse también, de alguna forma) a nuestra capacidad de construir parques. En defensa propia. Espacios que fomenten cercanía real (no fantasmas), ofrezcan la capa de magia de las cosas (el polvo). Que puedan poner la carne de gallina. Que se presenten a la mirada contemplativa, “con paciencia para lo largo y lo lento”. Que revelen la espalda de las cosas, su calor, que no está, ni puede estar, en la red. (“La realidad como información pertenece al orden del to like, no del to love”). Un entorno duradero que estabiliza la vida. Que no nos espía. Frente a “la hipercomunicación», frente «al ruido de la comunicación”, un espacio no opresivo, que “no roba, sino que regala”. Aun sabiendo, por último, que “la verdad de una fotografía se revela en silencio, cerrando los ojos”.
(Imagen: Huerto de verano en la Biblioteca Miquel Martí i Pol, Ajuntament de Sant Joan Despí. Procedente de sjdespi.cat/es/bloque-informativo/agenda/educacion-medio-ambiente/huerto-de-verano-en-la-biblioteca-miquel-marti-i-pol).