En la noche del jueves se oyeron truenos en Valladolid, alguno muy fuerte. Y unos días antes cayó una nevada tan intensa como hacía tiempo que no se veía. Vivimos un invierno raro. Y duro. Porque detrás de la pandemia la naturaleza sigue su curso, como siempre. Y aunque no nos sea fácil observar nada que no se refiera a la evolución de los datos de contagios, las estaciones, incapaces de padecer, se suceden impasibles. Se adueña del paisaje el invierno frío. Como siempre. Y afecta a la imaginación, igual que siempre.
Cuando cae la nieve la escena se transforma. Y también hoy la nieve vuelve a “aniquilar con demasiada facilidad el mundo exterior”. “Universaliza el universo en una sola tonalidad”. Por unos días. Lo decía Rimbaud: Con la nieve se “asfixia decididamente al mundo”. Por si no estuviese ya estrangulado. O mejor: “Se siente actuar una negación por la blancura universal”.
Pero también vino la tormenta (algo que solo sucede en estas fechas cada 20 o 30 años). Una tormenta que se vuelve ofensiva “sobre todo en las ciudades (…), donde el cielo manifiesta su ira con más claridad”. Y así se vive “el drama de la casa atacada por la tormenta”. Un diluvio, un vendaval que ruge y retuerce los árboles, y que hace que “la casa se estreche contra mí como una loba (…). Aquella noche fue verdaderamente mi madre”.
Nieve y tormenta en medio del invierno. De un invierno aún más duro. Y más anciano. Porque “de todas las estaciones, el invierno es la más vieja. Pone edad en los recuerdos y nos devuelve a un largo pasado”. Por eso, para niños y niñas, “en el alma de un niño”, por debajo de la nieve que se amontona, la casa “puede integrar imágenes del año mil”. Nada menos.
Pero frente a la nieve y al rayo, “el invierno evocado es (también) un refuerzo de la felicidad de habitar”. En este año, que vivimos un invierno dentro de otro invierno; que padecemos restricciones y confinamientos obligados por la defensa sanitaria; que asumimos el encierro como limitación… reconocemos, más quizá que nunca, frente a la tempestad y la nieve, el valor de la casa. Estar en casa. Y quizá nos resulte menos extraño que nunca, cuando la casa “lucha bravamente”, que Baudelaire nos hablara de “la dicha invernal”.
(Fotografía: San Benito nevado, en las primeras horas del 11 de enero de 2021. Facilitada por Consuelo Martín. Los entrecomillados son citas de Rimbaud, Bachelin, Baudelaire y -la mayoría- de Bachelard).
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