Empecemos por Jon Beasley-Murray, en una entrevista con Amador Fernández-Savater (publicada en Rebelión). “La clave del cambio social no es la ideología, sino los cuerpos, los afectos y los hábitos (…). En términos abstractos, pero al mismo tiempo muy concretos y materiales, creo que debemos pensar la política no tanto como la misión de educar a los demás y explicarles cómo son las cosas, sino como el arte de facilitar encuentros y formar hábitos que construyan cuerpos colectivos más potentes (multitudes)”.
Son unas declaraciones que en principio resultan extrañas. Pero algo menos si echamos un vistazo al libro de Richard Sennet Carne y piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental, del que espigamos informaciones y comentarios como los siguientes. 1) La desnudez era en Atenas “emblemática de un pueblo que se sentía a gusto en su ciudad”. 2) Las habitaciones de las casas del París medieval “eran como calles en que la gente entraba y salía a todas horas”. Hacinados, “vivían en la promiscuidad, a veces en medio de una verdadera multitud”. 3) Goethe escribió en Venecia: “Al fin puedo disfrutar realmente de la soledad que anhelaba, porque en ningún sitio se puede estar más solo que en medio de una gran multitud en la que uno se abre camino”. 4) En 1970, “los adolescentes que tenían en sus casas sábanas limpias y lechos calientes dormían en el suelo al aire libre en Washington Square, arrullados por cantantes folk nocturnos”. 5) Moses “sostenía que las carreteras tenían cualidades placenteras”. Su sistema de “vías parque” debía “convertir la experiencia de conducir un automóvil en un placer autónomo”. 6) Goffmann mostró cómo “al caminar la gente intenta que se produzca el menor contacto físico posible. Así el individuo se siente más tranquilo”. Porque “el miedo a tocar se ha visto reforzado en la ciudad moderna”.
O sea que los espacios urbanos “cobran forma en buena medida a partir de la manera en que las personas experimentan su cuerpo. Para que las personas que viven en una ciudad multicultural se interesen por los demás, creo que tenemos que cambiar la forma en que percibimos nuestros cuerpos” (Sennet). No puede extrañar que Beasley-Murray sitúe “el cuerpo en el centro de las preocupaciones por la transformación social”. Ni que en Valladolid toma la palabra tengamos tanto interés por promover plazas bien conformadas, bien distribuidas, abiertas, de reunión, de encuentro, de contacto. Porque buscamos un urbanismo fundado en las plazas para reconquistar una buena relación entre la carne y la piedra.