Blog de Manuel Saravia

Deportividad

Hay dos términos derivados de la palabra deporte que son prácticamente opuestos. El primero nos llega de la mano de Sánchez Ferlosio y es, por lo tanto, extraño. Deportivización. Se refiere al “éxito-triunfo” y al “reto personal” como superación de un estado anterior, sea el que sea. Para explicarlo, primero debemos atender a las diferencias entre deporte y juego que sugiere el autor. En el último está presente el “placer funcional” y el “gusto del cuerpo”; mientras que la finalidad del deporte (de la mayor parte de los deportes) es ganar.

Y así, en Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado, explica Ferlosio con humor “la creciente deportivización de las motivaciones que hoy dominan en todo empeño humano”, y que “se manifiesta en el habla cotidiana con el auge que han tomado en los últimos decenios las palabras ‘reto’ o ‘desafío”. Pues “los hombres de hoy parece que sienten los obstáculos con que se encuentran -pongamos por caso un río que se le atraviesa al amante en el camino que conduce al castillo de la amada- no ya como problemas que tendrán que resolver o soslayar de alguna forma si es que pretenden dar alcance al objeto final de su designio -la amada, en nuestro ejemplo-, sino como provocaciones a su autoestimación, incitaciones a poner a prueba el Yo, para dejarlo, superando el lance, crecido y reafirmado. Ve el río y no dice: ‘Caramba, si hubiese por aquí alguna barquita, sería todo más fácil y más rápido’, sino que recreciéndose en su enyosamiento se trasmuta de Leandro en Narciso, ahogando y olvidando en amor propio el amor y el deseo de la amada y, empezando en el acto a descalzarse y desnudarse, se dispone a demostrarse a sí mismo, al río y al mundo quién es él. El fin y el contenido de cruzar a nado el río ya no es llegar hasta la amada sino condecorarse a sí mismo con la hazaña. No otra cosa entraña la concepción de los problemas en término de reto o desafío”.

El otro término asociado al deporte es la deportividad. Nos gusta decir que el deporte fomenta el respeto a la diversidad. Promociona hábitos de vida saludables. Favorece la socialización y el respeto a las normas. Suele vincularse a la amistad, al trabajo en equipo, al compañerismo. Pone en marcha, según vemos, el progreso de algunos valores básicos en el desarrollo de la población infantil y adolescente. Y es lógico que se impulse su práctica como un hábito cotidiano, sea o no de forma competitiva. Pero el término, o el valor, que más nos gusta es el de la deportividad, el juego limpio, la “actuación correcta y educada que se debe guardar en todo deporte” y, por extensión, “en cualquier actividad”. Corrección, limpieza, nobleza. Y aguante, saber recibir los fracasos con buen ánimo, saber encajar derrotas. Es decir, la cara opuesta de esa deportivización del triunfo, el reto y la victoria.


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