Blog de Manuel Saravia

Universidad

Con motivo de una de las mesas redondas electorales se planteó, hace algunas semanas, el tema de la relación entre universidades y ayuntamientos. Lo cual trajo a colación cierto debate sobre el sentido de la Universidad, sobre cuál ha de ser su “misión”. Un tema que sigue estando abierta y de actualidad, pues pocas veces su función cultural ha estado entre nosotros tan en entredicho como en estos tiempos.

Me gustaría aludir a dos importantes ensayos españoles, uno bastante antiguo y otro aún más antiguo, pero que han incidido en esta cuestión con gran eco exterior. El primero, la “Misión de la Universidad”, de José Ortega y Gasset (en Obras completas, Madrid, 1947). Encara el asunto distinguiendo las que entiende como funciones históricas de la Universidad: la transmisión de la cultura, la enseñanza de las profesiones, la investigación científica y la educación de nuevos hombres de ciencia. Elimina así una de las funciones a las que suele aludirse, como es la de la investigación, pues según él “la investigación científica no pertenece de manera inmediata y constitutiva a las funciones primarias de la universidad”.

El ensayo de Manuel Sacristán, “Tres lecciones sobre la Universidad y la división del trabajo” (Realidad, 1971), arranca precisamente de la crítica a Ortega, advirtiendo que en su proyecto se encierra una propuesta elitista. Y resalta otro de los párrafos del texto orteguiano: “La sociedad necesita buenos profesionales (dice Ortega). Pero necesita antes que eso y más que eso asegurar la capacidad de otro género de profesión: la de mandar (…). Importa mucho que estos profesionales –jueces, médicos, ingenieros-, aparte de su especial profesión, sean capaces de vivir e influir vitalmente según la cultura de los tiempos”.

Sacristán ve en esa universidad de Ortega una institución “que produce y organiza hegemonía”. Y rechaza ese planteamiento por su evidente incompatibilidad con la democracia. Han pasado los años, han transcurrido varias décadas y se han sucedido varias leyes de ordenación universitaria. Y parece mentira lo actual que sigue resultando este debate.


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