La innecesaria orden de cargar en Auvasa la aleja de buena parte de la población
Cuando un equipo de gobierno está en su etapa final, y lo intuye, se multiplican los errores. Se pierde el pulso y, bien con la intención de recuperar un tono o aparentar iniciativa, o bien simplemente para recoger cuanto se pueda antes de desalojar los despachos, se deciden obras sin sentido, se insiste en proyectos bloqueados y sin salida, se trata de cumplir con los ya incontables compromisos (los amigos te urgen para llevarse su parte, para dejar atadas y bien atadas las cosas que les interesan), y en definitiva se trata de controlar la deriva dando manotazos. En ese contexto hay que entender, en mi opinión, la absurda (innecesaria, contraproducente) orden de la Alcaldía a la Policía Municipal de Valladolid de cargar contra los sindicalistas en las cocheras de Auvasa el pasado 29 de septiembre.
La Policía Municipal no está para eso. Pueden leerse sus funciones en el artículo 2 del Reglamento de 1987 (modificado en 1997), que se dirigen a otras cosas: ordenar el tráfico, proteger edificios y autoridades municipales, auxiliar en catástrofes, cooperar con las policías administrativa y judicial o cooperar en la resolución de delitos privados, y otras similares. Incluso cuando se dice que podrán “colaborar con otras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en la protección de las manifestaciones y en el mantenimiento del orden en grandes concentraciones humanas”, se añade esta cautela: “cuando sea requerida para ello”. La situación de la madrugada en las cocheras de Auvasa no casa con esas definiciones y, que sepamos, ninguna otra “fuerza del orden” requirió la colaboración de los municipales. ¿Por qué actuaron como sustitutivos de la Policía Nacional? Es cierto que en el citado artículo 2 hay un epígrafe final en el que se admiten como funciones propias de la Policía Municipal también “cuantas otras se le encomienden por la Alcaldía dentro del marco de las competencias establecidas por la ley”. Sin ser sus funciones propias, podrían desarrollar otras tareas. Y ahí está la cuestión: en el papel jugado por la Alcaldía en este embrollo.
El Alcalde, como sabemos, al entender que la Policía Nacional no era suficientemente diligente para facilitar la salida de los autobuses, ordenó a la Municipal cargar contra los sindicalistas. La situación era tranquila, con la gente sentada ante las puertas del recinto de la calle Bronce. Pero no importaba: se trataba de dejar clara la autoridad, por encima de otras consideraciones (los manotazos que decíamos antes). “La municipal” es, y debe ser, una policía cercana. El mismo Reglamento, ya comentado, lo reitera una y otra vez. Por todas partes aparece esa misma idea de atención y de trato educado, y de evitar toda violencia innecesaria. La Policía de Barrio es quizá su mejor expresión, pero su vocación asistencial “y solidaria”, su condición de estar “pegada al terreno”, su orientación hacia la resolución de problemas “en coalición” con la ciudadanía, no debería limitarse a este sector. El Alcalde, con aquel gesto autoritario (de autoridad excesiva e innecesaria), le ha hecho una buena faena. La foto del encabezamiento, con Alfonso Sánchez, concejal de IU en el Ayuntamiento de Valladolid, golpeado por los municipales es, como mínimo, penosa, lamentable. Y nos aleja de la que debería seguir siendo nuestra policía.
(Imagen: blogs.nortecastilla.es)
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