Probablemente Harari sea la persona más escéptica del mundo. Por eso su artículo sobre la guerra de Ucrania resulta tan inquietante. Porque en su libro de 21 lecciones para el siglo XXI (Debate, 2018) deja claro su punto de vista sobre las historias, los relatos. “Homo sapiens es un animal que cuenta relatos, que piensa en relatos más que en números o en gráficos, y que cree que su propio universo funciona como un relato”. Queremos relatos “que expliquen de qué va la realidad y cuál es mi papel concreto en el drama cósmico”.
El capítulo 20, titulado “Significado. La vida no es un relato” es, en mi opinión, magnífico. “A la gente no se le dan bien los grandes números. En la mayoría de los casos cuesta sorprendentemente poco agotar nuestra imaginación”. Y así, “si el lector quiere saber la verdad acerca del universo, del sentido de la vida y de su propia identidad, lo mejor para empezar es observar el sufrimiento y analizar lo que es. La respuesta no es un relato”. De manera que “para conservar la cordura -aconseja-, intente siempre traducir esta monserga (sacrificio, eternidad, pureza, redención) en términos reales: un soldado que grita agonizante, una mujer que es apaleada y vejada, un niño que tiembla de miedo”.
En aquel artículo nos dice que “Kiev ya era una gran metrópolis cuando Moscú ni siquiera era un pueblo”. Recuerda que “el odio es la más fea de las emociones. Pero para las naciones oprimidas, el odio es un tesoro oculto. Enterrado en lo más profundo del corazón, puede alimentar la resistencia durante generaciones”. Porque (y aquí acceden los relatos nacionalistas) “las naciones se construyen, en última instancia, sobre la base de historias. Cada día que pasa añade más relatos que los ucranianos contarán no solo en los oscuros días que se avecinan, sino en las décadas y generaciones venideras.
“El presidente que se negó a huir de la capital, diciéndole a Estados Unidos que necesitaba ‘munición, no un viaje’; los soldados de la Isla de la Serpiente que mandaron a un buque de guerra ruso a «irse a la mierda»; los civiles que intentaron detener a los tanques rusos sentándose en su camino. Este es el material con el que se construyen las naciones. A la larga, estas historias valen más que los tanques”.
Vaya. Harari recela de los relatos. Y tiene razón. Pero en medio de la guerra los considera útiles. No sé. En medio de una guerra que vemos a distancia (qué fácil es hablar desde casa) no puedo ver bien ningún nuevo relato nacionalista. Me gustaría que el rechazo a los buques o a los tanques no fuese para consolidar la nación ucraniana, sino la causa de la paz. Sé que es fácil hablar así desde casa. Pero es así como lo veo.
(Imagen del encabezamiento: procedente de ferplei.com)