Que existan los colores suele ser bastante útil. Por de pronto, para diferenciar los equipos de fútbol (“sentir los colores”) de una manera sencilla. O los partidos políticos y algunas instituciones. El azul, por ejemplo: esa forma elegante de la sombra que lucen algunos (si pintas con ceras hay que aplicar el azul en las zonas sin luz). En Alianza Popular era azul hasta el coche de Manuel Fraga. O el color morado de las sufragistas norteamericanas y el movimiento feminista. O el color verde, característico del ejército cubano (que a Vox y al PNV también les gusta), y que sirve, como es sabido, para luchar contra el cambio climático (se pinta todo de verde y ya está casi conseguido).
Son útiles para iluminar la cúpula del Milenio según la celebración o adhesión del día que corresponda. Para marcar el paso de las estaciones (las casullas del adviento o la cuaresma). El arrojo en el vestir (grana y oro). También para que niñas y niños se inicien en la práctica de elegir (¿qué color te gusta más?), que luego ejercerán toda la vida decidiendo el color de la ropa o del coche o de cualquier cosa. Útiles para crear ambientes propicios (estimular el trabajo pintando de naranja las paredes es un clásico; aunque en el libro alquimista de Abraham Juif se considera ese mismo naranja como el “color de la desesperación”).
Útiles para, entre todos ellos, formar el negro, tan necesario. Ese negro en el que se amontonan los pigmentos de todos los colores (sí: como en la camisa de Juanes). Y para formar el blanco, no menos necesario, donde se acumulan todas las luces de los distintos colores (ahí está la nieve y las “fiestas ibicencas de ensueño”). Y ya que hablamos de blanco y negro creo que también son útiles los colores para que su ausencia, en alguna película, “filmada en maravilloso blanco y negro, (resulte) sugerente hasta el dolor, misteriosa, sutil”.
Pero sobre todo son útiles los colores para discutir. Por encima de todo son provechosos para discutir. Y ahí destaca absolutamente sobre los demás el color rojo. Si quieres discutir de colores, saca el rojo a la palestra. Siempre signo o índice de cambio, por algo se llama “colorado”: es “el que tiene color”. El rojo es el color por antonomasia. En fin: está claro que se ha acertado pintando de rojo las calles peatonales de Valladolid.
(Imagen: Lorenzo marcando, en blanco y negro, un gol en el viejo Zorrilla; procedente de elnortedecastilla.es).