Miremos hacia arriba una vez más. Muchos han sospechado que lo que nos gusta del cielo estrellado no es lo distinto, sino lo igual. Que lo que apreciamos en él nos lleva a pensar que todo pudiera ser allí como aquí. Pero en bien. En mejor. Lo experimentamos, sobre todo, “durante la noche, cuando innúmeras costas luminosas diminutas aparecen. Y hay un deseo antiquísimo de navegar estas costas, de desembarcar en ellas” (Bloch).
Esto ha sido siempre así, lo sabemos. Luciano de Samósata organizaba unos divertidísimos viajes espaciales en el siglo II. Llegaron “en un barco ligero” a la luna, al Lucero del Alba o a “una isla, brillante y esférica, resplandeciente con gran luz”. Vieron civilizaciones rarísimas y, en algún sentido, admirables. Pero también Kepler, mucho después, quería pensar que los cráteres de la luna que podían verse con el recién inventado telescopio eran “ciudades con muros circulares”. Y Kant, en su Teoría del Cielo, esperaba encontrar “regiones felices” en constelaciones lejanas. Era un romántico, el viejo Kant.
Han pasado casi 100 años desde que se pensó que Plutón podría albergar vida. No parece que fuera cierto. Pero se piensa ahora que la luna helada de Saturno (llamada Encélado o Encelada) o la luna helada de Júpiter (la famosa Europa) también podrían tener vida. Y es más. Según parece hay localizados unos 3.500 mundos “bastante parecidos al nuestro”, en los que también (al menos en alguno de ellos) podría haber vida. No sé: quizá con flores, gaviotas y todas esas cosas.
La pregunta es: Viéndonos como una estrella de su cielo (ya, ya; esto es un planeta, pero no seamos tiquismiquis). Viéndonos –digo- como una luz parpadeante en su firmamento, ¿nos pensarán esos buenos selenitas, marcianos, kryptonianos o galácticos con tanta envidia como les soñamos nosotros a ellos? ¿Les entregaremos también esa imagen de paz y serenidad que nos llega desde sus lunas, planetas y soles, desde las profundidades del cielo? Seguro que sí. Porque lo cierto es que tenemos en este planeta dolor y desorden a espuertas. Pero también hay muchísima materia de felicidad. Porque aquí abajo, en la tierra, en el “secreto del firmamento de la tierra”, se contiene, sin duda, “lo mejor de las otras estrellas” (otra vez Bloch). Y por cierto: hoy hay luna llena.
(Imagen de Encélado orbitando junto con el anillo de Saturno. NASA/JPL/Space Science Institute).