Grupos interesados en intervenir de una determinada forma en el patrimonio y el paisaje
En el modelo habitual de actuación sobre el patrimonio y el paisaje están interesados, según creo, cuatro lobbies o grupos de presión: el de la construcción, el del turismo, el de las iglesias y el conservador. El primero reclama obra, y los proyectos de intervención permanente en el patrimonio histórico y en las áreas históricas (cuya definición, como sabemos, es cada vez más amplia, ya casi omnicomprensiva) se la da a manos llenas. A este lobby le interesa, desde luego, que haya obra, y cuanta más mejor. Y si viene de la mano de la administración pública, mejor aún.
Los operadores turísticos están encantados con el sistema que actualmente está en marcha. El turismo es uno de los sectores económicos en alza, y los atractivos culturales relacionados con la edificación ocupan el primer plano. El negocio está en llevar gente de aquí para allá a ver “maravillas”. Cualquier “recuperación” de cualquier aspecto histórico vende largamente. Y si no se recupera, se inventa el pasado. El turismo requiere una mirada fácil, que se ofrece en un contexto conocido (cada vez se parecen más unos sitios a otros). Lipovestky lo contó hace años, denominándolo “cultura de la conservación”.
Es curioso cómo actúan las iglesias (especialmente la católica, aunque últimamente, en muchos sitios, hace frente común con las de otras religiones). Cuando, al no tener gente que pueda cuidarlo, lo lógico sería que se desprendiesen de una parte de su patrimonio, la Iglesia Católica trata de mantenerlo todo, por medio de acuerdos con las administraciones, que muchas veces hay que calificar de totalmente incomprensibles, desde el punto de vista público. Según la revista Restauro (atención a la fuente), hay actualmente en España unos 18.000 sacerdotes, con una media de edad de 67 años. Al menos el 15% de las parroquias ya no tienen párroco. Hay 911 conventos femeninos habitados por 13.000 monjas, con una media de edad superior a la citada antes, y 250 novicias. Los monasterios masculinos pasaron de 44 en 1998 a 38 en 2007, con 1000 monjes y 100 novicios. Por el contrario, hay cerca de 70.000 templos y casas de religiosos, “con todos sus incontables bienes muebles entre pinturas, esculturas u objetos de uso litúrgico, unos 200 museos diocesanos, catedralicios y de otro tipo, decenas de miles de archivos, de los que solamente las parroquiales superan los 20.000, y centenares de bibliotecas”. Esa es la situación.
Entre tanto, los grupos políticos conservadores se esfuerzan por actuar de manera que se combinen adecuadamente estos elementos: 1º) un pasado “glorioso” que justifica, precisamente, mantener las tradiciones que nos dieron tanta gloria; 2º) un futuro prometedor que, en coherencia con ese pasado y gobernado por los grupos que lo conservan, nos entregue los grandes triunfos de la tecnología; 3º) una iglesia que inserta todo en un lenguaje religioso y trascendente. La forma en que se deciden las inversiones de la Junta de CyL (donde, por cierto, la cultura y el turismo se integran en una misma Consejería), el tratamiento que determinan para los monumentos y bienes y los acuerdos firmados con la Iglesia cumplen largamente esta forma de proceder. Y la desnaturalización progresiva del Catálogo del Plan General de Valladolid, donde los rasgos “populares” que tenía en origen se han ido diluyendo hasta desaparecer es igualmente significativo de un entendimiento muy estrecho e interesado de la conservación.
(Imagen del encabezamiento: El Monasterio del Prado de Valladolid, actual sede de la Consejería de Cultura y Turismo, antes de su restauración. Imagen procedente de vallisoletum.blogspot.com).
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