Ayer comenzó la campaña electoral de 2023, para formar los nuevos ayuntamientos. Valladolid Toma la Palabra (VTLP) se presenta, bajo la candidatura a la alcaldía de María Sánchez, con un programa que quiere atender a tres objetivos, propios de la izquierda política: la fraternidad, la igualdad y la libertad (somos unos clásicos de los tres colores). El programa, como los de otras convocatorias, se ha formulado a partir de numerosas reuniones abiertas, en las que participaron cuantos quisieron aportar sus propuestas para la libertad, la igualdad y la fraternidad, en estos (como todos) difíciles años. Después, y ya sobre un documento estructurado y completo, se debatieron en asamblea (1 de abril) nuevas aportaciones o correcciones (99 enmiendas), aprobando finalmente, tras cuatro meses de trabajo, el texto que se presentó públicamente en el Centro Cívico Canal de Castilla el pasado 15 de abril.
Hablemos hoy del capítulo de cultura. Que está ordenado en cinco entradas. Una introductoria y otras cuatro sobre espacios, eventos, administración y expresiones de la cultura. La pauta general, el signo diferenciador de esta candidatura (y no solo en este ámbito), apela a la necesidad de reconocer e impulsar en la ciudad un conjunto de diversas culturas. No hay solo una cultura (como pretenden tantos) y ni siquiera dos. Son varias, diversas. Porque el monolitismo cultural es lo opuesto, directamente lo contrario, a la cultura como valor de la izquierda. Se decía: “Diez o veinte culturas”, en lo que no es sino una manera de expresar la pluralidad. Lo cual, por cierto, no es novedoso. En Barcelona, por ejemplo, se viene proponiendo esa forma de ver los programas culturales hace ya años. Y nos parece perfecto. (“Cap a una cultura feminista a Barcelona”, “Impulsa del reconeixement de les diferents cultures presents i actives a la ciutat”, “Per una cultura popular i tradicional critica i creativa”, y otras entradas más).
En el programa de VTLP se enuncia esta cuestión como sigue: “La programación cultural del Ayuntamiento. No debería verse la cultura desde una sola matriz. La ciudad acoge a todas las culturas que en ella conviven y se alimentan mutuamente. Al menos: una cultura clásica, del humanismo renacentista. Otra folk, tradicional, ampliamente diversificada en distintas expresiones. Una cultura pop, ‘del atractivo masivo’. La de la interactividad en las redes sociales. La cultura de algunos barrios, con manifestaciones específicas. La cultura feminista, con una creación y producción artística e intelectual singular. La cultura infantil. O la de las personas mayores (muchas veces fundada en ciertos recuerdos, ‘que nos cuidan como ángeles’). Y por supuesto, la cultura asentada en la ciencia y la tecnología. Entre otras. Parece lo propio atender a todas ellas, desde la administración pública, abriéndose a su esplendor diverso o multicolor. O permitiendo, al menos, la respiración y la vida de cada faceta. La gran belleza: la interacción de todas ellas, la extrañeza de la mayoría. Se programará conjuntamente la actividad cultural municipal, buscando el equilibrio entre culturas”.
El programa se preocupa por el tratamiento de los espacios culturales. Y se tratan todos los ámbitos que, tanto de forma reglada como no formal, acogen (o podrían, o deberían acoger) manifestaciones culturales. No solo los específicos (archivos, teatros, museos, sobre los que se comentan desarrollos, propuestas o mejoras), sino también los de barrio (los centros cívicos como espacios culturales fundamentales), o incluso los espacios abiertos (las plazas, aunque no solo; como espacios de conciertos o del mejor cine de verano, por ejemplo). Y se concluye que es imperativa la visión de conjunto de todos ellos. Sin entrar en la puja por nuevos inmuebles culturales, totalmente improcedente ahora.
También atiende el programa al ciclo de los eventos culturales. Muchos de ellos ya tienen su lugar en el calendario (Seminci, TAC o Feria del Libro, por ejemplo); pero hay meses en los que, evitando la confusión (tan frecuente) entre cultura y turismo, podrían proponerse nuevas actividades, que una Comisión de programación debería ordenar cada año (¿en enero?) para toda la ciudad, todas las culturas y todas las estaciones. Organizando incluso ruedas que se cierren cada diez años.
Todo ello conforme a una serie de propuestas sobre administración de la cultura que lleven a la aprobación de una Estrategia de impulso de la Cultura en Valladolid, formulada bajo dos premisas: “Primera, ‘Conocer al público’; segunda, conocer las diversas propuestas que se están desarrollando en el ámbito municipal y otros territorios cercanos, para adecuar los contenidos y servicios que se prestan a lo demandado y a la oferta cultural existente, posibilitando la conformación de programaciones completas y diferenciadas con nuevos retornos culturales, captación y fidelización de público e incorporación de nuevos valores a la vida cultural de la ciudad”.
Y otro apartado, como decíamos, alude a las distintas expresiones de la cultura. Tanto para el teatro (con un potente intercambio, siguiendo la estela de Camino Escena Norte), el diseño (a través de concursos), las artes visuales (convenios y estímulo de formas minoritarias), la lectura (y los libros), el cine (no todo es Seminci) o la música (apoyo a la innovación). Y, por supuesto, en todo ello, impulsar la música tradicional, el cine infantil, los clubs feministas, el diseño histórico, potenciar Crafts Innova, el land art, las expresiones de éxito masivo y las formas extremadamente minoritarias, etc., en una programación que se pretende completa y diversa.
Pueden revisarse las propuestas sobre cultura de otros programas electorales. Algunos ya publicados (como el de C’s, con 20 puntos dedicados a Cultura; o el del PP, con solo tres, de los cuales dos tratan del vino). Otros, que se van conociendo poco a poco, como el del Psoe; que, si no me equivoco, solo ha hablado hasta ahora de cultura para referirse a los conciertos en la Plaza Mayor. Vox nada, por supuesto. Creo que en los programas electorales, que se enuncian como reimpulso de la ciudad cada 4 años, no bastaría con enunciar las medidas más deslumbrantes, sino comentar también, con cierto orden, cómo se desarrollará el conjunto, de una forma más completa. En VTLP el programa de cultura se despliega en 32 puntos, que se han redactado, como se dijo más arriba, con el trabajo y la participación de muchas personas, a quienes no cabe sino agradecer su esfuerzo. Lo cierto es que, en cualquier caso, se trata de un programa abierto, que permite incorporar nuevas propuestas o compromisos. No puede ser de otra forma.
Y faltaría hablar del título general del capítulo. Para lo que hemos dado en asumir el de la película de Paolo Sorrentino de 2013. “¿Política cultural? Hasta hace algunos años tal política no existía en los municipios. Y no puede consistir, sin más, en organizar fiestas o exposiciones. Ni en alentar el turismo, sin más. Descubrir el sentido de las cosas y excitar los sentimientos es un objetivo común. El título de una película muy premiada, La gran belleza, parece sugerente para sintetizar lo que se busca con el programa de cultura y deporte. ¿Qué proyecto cultural para Valladolid en 2023? Alguno que contribuya a sentirnos, si se permite la imprecisión, más humanos. Reconciliándonos con el futuro de todas las culturas, las que cada uno sienta como propias y las que se vean extrañas. Y como ‘toda verdadera belleza es extraña’, la amalgama de espacios, fiestas, eventos, deportes y formas será bella, para nosotras, cuanto sea diversa, variada, distinta, extraña. No una belleza complaciente ni tampoco necesariamente provocadora. Sino, como los ríos, grande y profunda”.
(Imagen: fotograma de la película cit., precisamente cuando suena Everything trying, de Damien Jurado).
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