Afortunadamente, en los últimos dos años se habla cada vez más de salud mental. Sin ir más lejos, en las últimas semanas hemos podido ver cómo la revista de elDiario.es del mes de junio se dedicaba a “La emergencia de la salud mental”. Y hace pocos días también se publicaba en El País un artículo de Noelia Ramírez en el que se nos da cuenta de lo que escriben muchos de la joven generación de escritores del extrarradio. Uno de ellos, Óscar García Sierra, caracteriza así a la ansiedad “del nuevo desencanto patrio adicto a los ansiolíticos y al Diazepam”: un perpetuo “dolor de barriga”. Ahí está.
En la revista se da vueltas, en todos los artículos, de una forma u otra, a media docena de términos críticos. La depresión: mucho más que estar triste, «ir con el agua al cuello como rutina”. Porque a veces sorprenden las lágrimas “y una no sabe ni por qué está llorando”. La adicción a medicamentos: El consumo de antidepresivos ha subido en España un 45% en los últimos 10 años. Los toman 1 de cada 10 españoles. El estigma, la fragilidad: que nos avergüenza. El suicidio: el 024. Porque “nunca habíamos tenido estas tasas de suicidios”. Por supuesto, la soledad: un Ministerio de la Soledad (en Japón) que “ya no pertenece a las distopías”. Y al fondo, siempre, la pobreza y la desigualdad.
En el artículo de Ramírez se habla del desánimo: “intentando que anochezca por la fuerza”. De la tristeza: en ese pueblo donde “todo el mundo está triste pero nadie lo reconoce”. Porque “en mi libro todos sienten pena”. De las inseguridades. Por supuesto, de la soledad (de cómo sentir el corazón latiendo). De las adicciones: el “malestar narcótico”. “A veces me preguntan si me he inspirado en alguna película y yo respondo que solo hay que abrir un periódico local (…) las historias de nuestras vidas”. Y al fondo, la precariedad: “los márgenes son la realidad de la mayoría”.
Y cuesta trabajo encontrar nuevas propuestas para hacer frente a todo esto, más allá de lo esperado, como la de incrementar el número de psicólogos, desde luego. Está el colectivo Locus (de Puente de Vallecas), que insiste en colectivizar el sufrimiento por medio del arte y la cultura para conseguir nuevos “espacios de seguridad”. Hablando del ámbito urbanístico, Laurence Tubiana nos dice simplemente que “la solución para la ecoansiedad es la acción”. Pero hay otras propuestas dirigidas a integrarse en una “estrategia de salud mental” que se refieren al calmado del tráfico, mobiliario urbano, porches y patios o viviendas colaborativas.
Definitivamente, estamos obligados a pensar más: “Es esencial que los urbanistas trabajen en ciudades en las cuales sea fácil encontrarse y la primera opción no sea quedarte en casa viendo series de televisión” (Víctor Pérez Solá).
(Imagen: procedente de additudemag.com/slideshows/do-i-have-anxiety-treatment-types).
2 comentarios