1. Al parecer está en marcha un proceso de “estetización” del mundo. Que ya viene de lejos, pero que ahora se ha exacerbado. Según Lipovetsky y Serroy (La estetización del mundo, Anagrama, 2015) nos encontramos ya en su cuarta fase, “remodelada en lo esencial por lógicas de comercialización e individuación extremas (…). Después del arte para los dioses, el arte para los príncipes y el arte por el arte, lo que triunfa ahora es el arte para el mercado”. Nada escapa ya a las redes de la imagen y del entretenimiento, “y todo lo que es espectacular se cruza con el imperativo comercial: el capitalismo artístico ha creado un creciente imperio transestético en el que se mezclan diseño y star system, creación y entretenimiento, cultura y show-business, arte y comunicación, vanguardia y moda”. El capitalismo artístico “ha impulsado el reinado del hiperconsumo estético en el sentido de consumo superabundante de estilos (…), de sensaciones y experiencias sensibles”.
2. Crece en los últimos años el denominado “posfascismo”. “Desde los años 30 del pasado siglo, el mundo no había experimentado un crecimiento similar de movimientos de derecha radical, que inevitablemente despiertan la memoria del fascismo” (Enzo Traverso). Muchos coinciden en que, tal como se conoció entonces, no regresará. Gentile: “No, en absoluto”. El concepto de fascismo “parece a la vez inapropiado e indispensable para comprender esta nueva realidad”. Y así, el “posfascismo debe ser entendido tanto en términos cronológicos como políticos: por un lado, estos movimientos aparecen con posterioridad al fascismo y pertenecen a otro contexto histórico; por otro, no pueden definirse comparándolos al fascismo clásico, que sigue siendo una experiencia fundacional. Por un lado, ya no son fascistas; por otro, no son totalmente distintos, son algo intermedio”. Hay diferencias “cruciales” entre éste y aquél. Pero lo cierto es que “hoy en día el posfascismo está creciendo en todas partes y no sabemos el desenlace de su proliferación”.
3. Luciana Cadahia, en uno de los capítulos de Neofascismo. La bestia liberal (Siglo XXI, 2019; cap. III. “Batallas de la sensibilidad. El populismo como alternativa al fascismo”) considera que no se puede desatender “la batalla cultural, la construcción del sentido común y la posibilidad de poner en marcha proyectos hegemónicos emancipadores”, fundados en la cultura popular. Cree que “necesitamos instituir los afectos y afectar las instituciones de forma tal que el entusiasmo colectivo por explorar otras formas de vida sea aún posible. Pero solo podremos asumir esta batalla con todas sus consecuencias cuando comprendamos -como viene haciendo la derecha desde hace mucho tiempo- que esta guerra política se juega en el ámbito de la estética, es decir, de lo sensible”.
4. Lipovetsky y Serroy creen ver “en nuestros días dos formas o dos versiones de vida estéticas, las dos muy diferentes: la una gobernada por la sumisión a las normas aceleradas y activistas del consumismo, la otra por el ideal de una existencia capaz de escapar a las rutinas de vida y compra, de suspender la ‘dictadura’ del tiempo precipitado, de paladear el sabor del mundo tomándose tiempo para descubrirlo”. Y en este contexto no se puede dejar de recordar la metáfora de Georges Didi-Huberman, recogida en su libro Supervivencia de las luciérnagas: “Dante imaginó que, en el seno del Infierno, en el foso de los ‘consejeros pérfidos’, se agitaban las pequeñas luces de las almas malvadas, bien lejos de la gran y única luz prometida en el Paraíso. Parece que la historia moderna ha invertido esta relación: los ‘consejeros pérfidos’ se agitan triunfalmente bajo los haces de la gran luz (televisiva), mientras que los pueblos sin poder vagan por la oscuridad como luciérnagas”. Esa idea, que persiste y estructura la obra, contrapone “la luz del poder, las grandes luminarias, frente a las luces pequeñas, las luces de resistencia hechas de afectos y de relaciones humanas”.
(Imagen: “Sobre la generación de la luz en las luciérnagas”, publicado en https://neofronteras.com/?p=4576).