La imagen de Rodin es famosa y celebrada, pero creo que no está muy conseguida. ¿Alguien ha visto a alguien pensando de esa forma, desnudo, con el codo en la rodilla opuesta y comiéndose la mano, como merendando los propios pensamientos? Así no se piensa, hombre. En todo caso se trataría de “El pensador contorsionista”.
Y aunque hay que reconocer que el verdadero pensamiento ha de ser siempre algo contorsionista, lo cierto es que una de las mejores posiciones para pensar consiste precisamente… en caminar. El ejercicio del paseo. A juzgar por los testimonios históricos, debería existir alguna relación entre el pensamiento y el caminar. Podríamos aludir al “Paseo de los filósofos” de Heidelberg. Pero también, para empezar por el principio, recordar que Aristóteles filosofaba paseando con sus discípulos. Así como los testimonios destacados de Rousseau con sus “Ensoñaciones del paseante solitario”, y Thoreau con su “Caminar”. Igualmente habría que citar los paseos de Wordsworth con su hermana. O los de Baudelaire como “flâneur”. Y más recientemente la boutade de Picasso: “Pensar con los pies es mi forma de caminar”.
¿Hay alguna relación? ¿Se piensa mejor andando? Repito: parece que sí. Se ha dicho que “la combinación de pensamiento y caminar ofrece una posibilidad infrecuente de comunión entre la mente, el cuerpo y el mundo, tres notas convertidas ahora repentinamente en un solo acorde” (Cairol). Y me gustaría tomarlo como un argumento más (no el fundamental, desde luego; pero tampoco despreciable) en la defensa de la peatonalización del territorio y la ciudad. Hacer la ciudad más paseable, por ver si pensamos un poco mejor.