Blog de Manuel Saravia

De nuevo brotes verdes

Es curioso lo viejísimos que parecen tantos libros, películas, poemas o estudios que se publicaron antes de marzo de este año. Se han quedado más desactualizados que el periódico de ayer, que ya se sabe que es lo más anticuado que cabe pensar. “Nada hay más viejo que el periódico de ayer”. Y sin embargo….

Sin embargo en todos ellos hay un componente intemporal, que permanece y se muestra ahora, precisamente por su falta de actualidad, más vivo que nunca. El pasado año se publicó la edición española del original alemán del filósofo (de moda) coreano Byung-Chul Han titulado Loa a la tierra. Un viaje al jardín (Herder, Barcelona, 2019; or. de 2017). Y aunque tiene algunas afirmaciones un tanto cargantes, lo cierto es que (quitando esas bobadas) es muy bonito. Según nos dice, “un día” el autor sintió “una profunda añoranza, e incluso una aguda necesidad de estar cerca de la tierra”, y decidió entonces practicar a diario la jardinería. El libro es el resultado de tres años de trabajo en el jardín, y las reflexiones que le provocaba esa tarea. Un trabajo silencioso, que “hacía que el tiempo se detuviera y se volviera fragante”.

El suyo es un jardín de invierno, situado en Berlín. Y recuerda que “el invierno berlinés es terrible, incluso asolador”. Invierno invierno. Su cuidado le proporcionó grandes alegrías. Pues el jardín “contiene mucho más mundo que la pantalla del ordenador”. Y “regresar a la tierra significa regresar a la dicha”. La primera mitad del libro se dedica a comentar, una a una, las flores de su jardín. “Que no se me olvide hablar de la anémona hepática. Se la compré al jardinero a quien también había comprado acónitos de invierno…”. Pero la segunda parte se organiza como “Un diario del jardinero”. Y comienza citando la vieja canción de Moustaki “Il y avait un jardín” (en extenso: transcribe la letra completa, tanto en francés como traducida). Pues bien: recojo algunas frases que se incluyen en la entrada del 18 de noviembre (es decir: en estos días).

“El otoño… va muy avanzado. Llueve a cántaros. Lluvia fría. Hay mucha oscuridad, el cielo está turbio y todo está mojado. El día nunca se pone realmente claro, ni siquiera cuando brilla el sol. Ya no tiene luminosidad, como si no irradiara carisma. Da la impresión de ser un disco mate en el cielo (…). En un jardín normal ya no quedarían en esta época flores en floración. Pero el mío es un jardín invernal. En mi jardín empieza una nueva y segunda primavera. Por todas partes salen brotes verdes. Florecen los azafranes de otoño. El viburnum de invierno echa unos capullos henchidos. Pronto florecerán el cerezo de invierno, el jazmín de invierno, los acónitos de invierno, los adonis, los galantos o campanillas de las nieves, el quimonanto o macasar, el hamamelis o avellana de bruja y los eléboros negros. En mi jardín hay una segunda primavera en pleno invierno”.

Me gusta pensar que en Valladolid hay muchos jardines de invierno. Precisamente hace unos pocos meses se puso en marcha de nuevo el invernadero recuperado del Jardín Botánico. Pero decíamos que no hay nada más antiguo, menos contemporáneo, que lo que ha quedado radicalmente fuera de la actualidad. Y que hoy mismo casi todo está fuera, porque solo hay un tema de conversación. Cuando no se habla del coronavirus y sus desastres parece que nada más interesa. Y así, tampoco puede hablarse, sin que parezca una frivolidad, de los brotes verdes (por cierto: ¿se acuerdan de los brotes verdes de Zapatero?). Y sin embargo… estamos hoy, ahora, en el momento mismo en que florecen, por ejemplo, los azafranes de otoño. “Por todas partes salen brotes verdes”. ¿Lo celebramos escuchando a Moustaki?

(Imagen: Georges Moustaki cantando “Il y avait un jardín”, procedente de youtube).


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