Frente a los brotes populistas
Seguramente sea en los temas de patrimonio y paisaje (un tema proclive a extenderse sobre la identidad, por ejemplo) donde más riesgos se corre de que brote el populismo. Conviene, pues, informarse. Y nos acercamos a un libro, que aunque ya cuenta con unos años, sigue siendo útil: G. Hermet, S. Loaeza y J-F. Prud´homme (comps.), Del populismo de los antiguos al populismo de los modernos (Colegio de México, 2001). Lo primero que se nos dice en él es que el populismo es complejo, y que con ese término se incluyen fenómenos muy distintos. Incluso se habla recientemente de un “neopopulismo” vinculado al neoliberalismo. Pero puede analizarse en conjunto.
Clima populista
La situación actual parece proclive a la aparición de nuevos populismos. Especialmente los “de derecha, modernos y de ruptura”. Los cuatro ejes que señala Christian Popescu para delatar una situación de riesgo populista parecen claros: 1º) Estamos en un nuevo momento de crisis en el paso de la sociedad industrial a la postindustrial: se intensifica la “sociedad de dos velocidades”, donde “los desposeídos y desfavorecidos son ampliamente sacrificados”. 2º) Vivimos una grave crisis económica, con cifras llamativas de desempleo masivo e insatisfacción hacia los gobernantes. 3º) La globalización muestra la incapacidad de los gobiernos para controlar la economía. 4º) La inmigración se lee como un cúmulo de perjuicios para la sociedad a la que llega (las famosas 4 amenazas: criminalidad, desempleo, agotamiento del Estado del bienestar y subversión de la identidad). Los inmigrantes son objetos del resentimiento.
El populismo aparece en momentos de crisis, en la transformación de las fracturas sociopolíticas tradicionales (religiosa, de conflictos de clase, urbano/rural o cultura/etnia) a favor de otras nuevas fracturas sociales. En momentos de rápida mutación del imaginario sociopolítico europeo. Algunas de sus expresiones más intensas se dieron en el pasado con el desarrollo de los medios de comunicación, y hoy estamos en otra forma de desarrollo de nuevos medios, junto a un aumento de las expectativas de la población. Su intensificación se vincula a la existencia de una élite anti statu quo, hoy igualmente perceptible. Y brota en un clima de prácticas informales, de clientelismo y particularismos, en detrimento de los contrapesos institucionales que pudiera haber (horizontal accountability). Aparece sobre todo en países de profundas desigualdades económicas… pero no sólo en ellos (ahí están, por ejemplo, los casos recientes de Holanda o Austria). La “clientela de las formaciones populistas (modernas, de derecha, de ruptura) proviene sobre todo de miembros de las clases medias tradicionales, amenazadas por la movilidad social descendente, y de los habitantes de los barrios de alto riesgo”.
Discurso populista
El discurso es siempre muy parecido, y se ajusta aproximadamente al siguiente esquema: 1º. Estamos mal, muy mal. Y hay que cambiar las cosas a fondo. Por eso hacemos promesas (heterodoxas) de un nuevo orden social. Y prometemos aplicar recetas que de puro simples se hacen evidentes, que parecen sencillísimas. Pues en todo caso, hay que esforzarse por dar apariencia pragmática. 2º. La idea básica es la de recuperar algo que se ha perdido. Recuperar lo auténtico, la exaltación de las virtudes del “hombre común” (aunque luego no se admite a la gente común en el plano de la realidad, sino sólo idealizado o como eslogan). Se trata, dicen, de aplicar “la democracia de verdad”. 3º. La raíz de nuestros males se debe, generalmente, a las élites intelectuales y a los partidos y políticos tradicionales. El populismo siempre se muestra hostil a los intelectuales (valora la predeterminación frente al raciocinio), a los políticos tradicionales, a los inmigrantes y a los pobres. Tiende siempre a derrocar la lógica de la solidaridad, sustituyéndola por la de la reciprocidad. Su discurso suele apoyarse en la existencia de algún complot exterior, muchas veces de “fuerzas supranacionales”.
4º. Pone siempre el énfasis en el líder carismático (generalmente un outsider de la política), que se muestra próximo y accesible a la gente, que valora la relación directa. Es el triunfo de la emotividad. Y 5º. Muestra un acentuado rechazo de las ideologías; aunque curiosamente su discurso presente “la realidad como representación, y la representación como realidad”. Utiliza la técnica “atrapalotodo”, se apoya frecuentemente en partidos monotemáticos y en grupos de interés que reemplazan a los partidos políticos tradicionales como mediadores. El resultado es, con frecuencia, explosivo a corto plazo y nefasto a largo plazo. Porque tiene un enorme potencial destructivo. (Hay que decir, no obstante, que en el libro citado hay algún autor que defiende el populismo en determinadas situaciones porque –dice- ayuda a asentarse la democracia).
Frente al populismo
En el ámbito general lo mejor parece ser combatir de las mismas causas de la crisis, promoviendo la igualdad y el empleo, no renunciando a gobernar la economía, impulsando la soberanía de las decisiones políticas. Trabajando también en la redefinición del imaginario. Y cuidando el clima cultural, especialmente en la valoración y aprecio de la inmigración. Haciendo frente a los grupos de interés del populismo, estableciendo contrapesos institucionales. En el ámbito local, atendiendo especialmente a los espacios más sensibles a su discurso. Pero también, de forma muy significativa, haciendo frente a ese mismo discurso.
Sabiendo lo que queremos cambiar, pero enfatizando, por ejemplo, la defensa y potenciación del estado del bienestar. Sabiendo que, aún sin perder de vista cuál es el lugar de cada uno (quién está a la izquierda, y por qué), no suelen valer las recetas evidentes y sencillísimas, pues las cosas tienden a la complejidad. Evitando la trampa de la autenticidad o jalear al “hombre común” (como, por cierto, practican tantos columnistas de los suplementos dominicales). Prefiriendo la gente real, en el plano de la realidad. Defendiendo la clase política, a los partidos y a los intelectuales. Propugnando, sin ambages, la lógica de la solidaridad. Y no hay complot que valga.
No nos interesan, para nada, los líderes carismáticos: preferimos políticos profesionales. No renunciamos a la emotividad, pero sobre todo queremos armar el discurso con argumentos y razones. Y no somos “atrapalotodo”; no queremos hacer frente a los grupos de interés monotemáticos (colegios profesionales, por ejemplo), pero preferimos como mediadores los partidos y los políticos.
(Foto: Eva Perón, saludando junto a su marido. Imagen procedente de comunidad.libreopinion.com)