En el último libro de Amador Fernández-Savater (La fuerza de los débiles, Akal, 2021) lo deja todo tan abierto que me siento obligado a reordenar los contenidos, por ver si soy capaz de encontrar alguna salida al laberinto que nos dibuja (desde la portada). Es verdad que, como dijo Bergamín, “el que solo busca la salida, no entiende el laberinto, y aunque la encuentre, saldrá sin haberlo entendido». No solo, por tanto, intentar salir. Pero también (qué agobio) intentar salir.
Lo cierto es que al final del libro el propio autor nos entrega un capítulo extra, denominado “Croquis del laberinto”, en el que aclara los términos que considera más importantes, novedosos o de difícil comprensión. Pero, insisto, no se evita la necesidad de subrayados propios para intentar comprender bien y retener lo escrito.
Por ejemplo, estos once. 1) La fuerza de los débiles es la fuerza de la defensiva, que no busca tanto ganar como no perder. 2) El “tablero” es la forma política definida por la polarización, donde se comparte “lo que no debe discutirse”. 3) Incluye esta cita de García Calvo: “Todo lo que compite en el fondo colabora”. 4) Se nos invita al todo o a la nada, es decir: a la impaciencia. 5) La mejor eficacia es de la escucha, dejándonos afectar y cambiando con los problemas que se presentan, en lugar de aplicarles un código, sin más. 6) No confundir la palabra como extensión del cuerpo con la palabra como cálculo desde el código. 7) Renunciar al control requiere creer en el mundo. 8) Este es el panorama: los expertos en comunicación por un lado y la opinión publica por otro, los creadores de relatos y los espectadores. 9) Todos los líderes a la defensiva han sido grandes “escuchadores”: no tienen el saber, sino la capacidad de despertar y articular el saber que ya está ahí. Solo devienen lideres convencionales cuando “pierden oído”. 10) La fuerza de los débiles pasa por multiplicar las amistades. Que no significa ganarse la simpatía de la población y menos aun “seducir a la opinión pública”, sino ampliar y hacer vibrar una red de complicidades. 11) El miedo habita en el interior del laberinto, constituye el centro de la vida colectiva.
También me ha gustado muchísimo (esto pasa siempre, ¿no?: se quiere ir a otros lugares) el listado de algunos libros que ha utilizado el autor. Atención a los títulos: Ahora, Contra-pedagogías de la libertad, Desenterrar las palabras, Políticas del amor, Tratado de saber vivir para uso de las jóvenes generaciones, Ser bosques. Unos títulos que por sí solos, juntos, ya constituyen un poema.
Sin embargo, siguiendo una costumbre demasiado extendida, Amador no ha podido resistirse a comentar el libro en otros medios, resumiéndolo drásticamente. Creo que la entrevista de CTXT no le hace justicia. Es más. En ella se hace eco de una buenísima frase de Sartre, que contradice ese proceder. Decía Sartre que “la lectura es un pacto de generosidad entre el autor y el lector; cada uno confía en el otro, cuenta con él”. Una relación de confianza. “El autor -nos dice Amador en la entrevista, al recordar a Sartre- no dice lo que hay que pensar, sino que da que pensar. El lector, por su parte, insufla nueva vida a lo leído”. Porque “se piensa a dos”. Es cierto. Pero allí mismo se aplica a describir, esclarecer y en cierto modo “solucionar” lo que considera fundamental del libro. ¿En qué quedamos? Lo siento: mucho mejor el libro que la entrevista.
Porque los libros de ensayo, los poemas y los chistes (y alguna cosa más) no se deben explicar por los autores. Nunca. Pues quizá, finalmente y sin saberlo, la broma acabe siendo sobre ellos mismos. Lo decían los Bee Gees, y no creo que debamos contrariarlos.
(Imagen: Vista aérea del laberinto de cipreses de Ashcombe, Victoria, Australia, procedente de mediahub.visitvictoria.com/inspiration/maze-ing-experiences-victoria).