En el debate del Pleno de ayer, sobre la ordenanza “antivandálica”, no pude, por falta de tiempo, leer un breve fragmento de la novela de Pérez Galdós Misericordia (1897). Un texto que, a la vista del nuevo articulado de la ordenanza, cobra actualidad. Porque parece que estamos viendo de nuevo a Nina, la protagonista de la escena, pero ahora en nuestras calles. Pues se ha hecho norma lo siguiente: “Quedan prohibidas las conductas que adopten cualquier forma de mendicidad en las vías y espacios públicos” (art. 15.1). Cualquier forma de mendicidad. De manera que no sería extraño que mañana nos encontráramos con una nueva Nina, detenida y trasladada hacia algún centro desde, por ejemplo, alguna de las calles próximas al Ayuntamiento. Éste es el fragmento:
«Un sábado por la tarde se colmaron sus desdichas con un inesperado y triste incidente. Salió a pedir en San Justo. Almudena hacía lo mismo en la calle del Sacramento. Estrenóse ella con diez céntimos, inaudito golpe de suerte, que consideró de buen augurio. ¿Pero cuán grande era su error, al fiarse de estas golosinas que nos arroja el destino adverso para atraernos y herirnos más cómodamente! Al poco rato del feliz estreno se apareció un individuo de la ronda secreta que, empujándola con mal modo, le dijo»:
– «Ea, buena mujer, eche usted a andar para adelante… Y vivo, vivo».
– «¿Qué dice?…»
– «Que se calle y ande…»
– «¿Pero adónde me lleva?»
– «Cállese usted, que le tiene más cuenta… ¡Hala!, a San Bernardino».
– «¿Pero qué mal hago yo… señor?»
– «Está usted pidiendo!… ¿No le dije a usted ayer que el señor gobernador no quiere que se pida en esta calle?»
Cuando el señor gobernador, o el señor alcalde, no quieren que se pida en esta calle, nadie ha de pedir. Pues de lo contrario le aplicaremos aquel artículo, que procede de las Ordenanzas Municipales de 1924. Parece que hoy estamos en Valladolid, en materia de derechos, como en 1924. O si se quiere como en 1897. Nina así lo afirmaría.
(Imagen procedente de caritas-santiago.org)
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