Blog de Manuel Saravia

Los sueños recibieron de buena gana en su seno a la estación de ferrocarril

Está en marcha el proyecto de la nueva estación de ferrocarril de Valladolid. En los Pliegos se establecen sus características, con ese lenguaje técnico tan preciso como duro. Aunque necesario. Una vez definida su implantación y volumen, los debates discurrirán, probablemente, sobre los detalles en que se desarrolle su arquitectura. Mas no deberíamos olvidar que la estación de trenes es uno de los edificios más significativos de la ciudad. Más incluso que los puertos y aeropuertos, cuando los hay. De ahí que venga bien recordar lo que las estaciones prometen en nuestro imaginario. Releamos unos pocos párrafos de las Páginas de la herida, de John Berger (Visor, 1996). Cuatro cosas.

El sentido de destino. “De todos los edificios del siglo XIX, los que reincorporaron más plenamente el sentido antiguo de destino fueron los de las grandes estaciones de ferrocarril (…). Un lugar de llegada y partida en el que no había nada que pudiera camuflar la significación de estos dos acontecimientos. Ir y venir. Despedirse y encontrarse”. En los puertos no se ha colocado el mar, “como las vías del ferrocarril, con el único fin de transportar”.

La magia de los trenes. «En la estación de ferrocarril coexisten lo impersonal y lo íntimo». Los destinos se agotan. “Pero para cada pasajero, para cada persona que viene a recibir o despedir a alguien, el tren en cuestión tiene su propia magia. Se pueden ver primeros planos de ésta en los rostros, en ciertos detalles de los equipajes, en las despedidas y bienvenidas, cuando la gente se abraza en los andenes”.

El final del andén. “En ese momento te vi al final del andén. Llevabas pantalones. En aquel andén tan largo, junto al tren varado, a la luz blanca, difusa, que ilumina todo el valle a última hora de la tarde, parecías muy pequeña. Con tu aparición cambiaron todas las cosas”. Sentir que se está en casa.

El lugar que ocupan en nuestros sueños. «¿Qué ocupaba el lugar de las estaciones en nuestros sueños antes de que se construyeran las líneas de ferrocarril? ¿Tal vez los acantilados o los pozos o la forja del herrero? (…) Los sueños recibieron de buena gana en su seno a la estación de ferrocarril porque, bajo otras formas, ya les resultaba familiar».

(La imagen procede del video de F. Hardy y J. Dutronc: Puisque vous partez en voyage).

 


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