Un comentario sobre los Drets humans al carrer
El Institut de Drets Humans de Catalunya acaba de publicar un libro titulado Drets Humans al carrer (“derechos humanos en la calle”), que recoge una serie de 30 narraciones, una por artículo (de la Declaración Universal de 1948) elaboradas en unos casos por niños y niñas, en otros por adultos. Unos están escritos en catalán, otros en castellano, y puede leerse completo en la red, aquí. Los cuentos son, obviamente, muy diversos. Los hay muy cortos y muy largos, y la relación de algunos de ellos con el derecho que supuestamente ilustran es francamente difícil. Pero no importa: si quieres, la acabas encontrando. He seleccionado uno redactado por alumnos de 5º y 6º de Primaria del colegio Pau Vila, especialmente candoroso, aunque con un argumento llamativamente realista. Veamos:
Era una niña que se llamaba Laia, que por una enfermedad de nacimiento no podía caminar. Se movía en una silla de ruedas. Vivía en una casa sin ascensor, por lo que le costaba mucho salir a la calle y faltaba a la escuela con frecuencia. Le ayudaba con la silla su hermano Pol, de 18 años. En casa leía libros de aventuras y veía la tele.
Pero un buen día las gentes del barrio, que sentían mucha pena por la niña y por su familia, decidieron recoger muchas firmas para llevarlas a la Generalitat y conseguir que le pusieran un ascensor en la casa, le diesen una silla de ruedas automàtica y le facilitasen un transporte especial para ir de campamento y a los cumpleaños de sus amigos. Recogieron 200 firmas (aquí los autores demuestran, una vez más, un enorme sentido de la realidad: ni miles de firmas ni varios centenares: 200), pero no acababan de convencer a los responsables de Generalitat, que se lo estaban pensando mucho (¿hemos dicho que se trata de un cuento extraordinariamente realista?). Mas la alcaldesa de la ciudad (atención: alcaldesa, y no alcalde) consiguió que finalmente accediesen a lo solicitado.
El cuento acaba con Laia de mayor, que decide ir a vivir a África, “a ayudar a los niños y niñas que tenían su mismo problema. Porque todos el niños tienen derecho a disfrutar de su infancia”. Está bien el cuento, ¿no?
(Ilustración de Claudia Degliuomini, del mismo libro)