En el Pleno municipal de hoy, 8 de noviembre de 2022, el portavoz de Vox (valga la redundancia) presentó la siguiente pregunta (que en realidad eran dos): “El pasado día 27 de octubre, un millar de vallisoletanos nos manifestamos junto al Arco de Ladrillo a favor de retomar el proyecto de soterramiento de las vías del tren en Valladolid, siendo ésta la última de una serie de manifestaciones habidas en este sentido en nuestra ciudad. A raíz de estos hechos, el Grupo Municipal VOX procede a formular la siguiente pregunta: – ¿Se ha planteado el señor Oscar Puente escuchar este clamor popular a favor del soterramiento en Valladolid? – En caso de respuesta negativa, ¿cuántos manifestantes serían necesarios para que el señor Oscar Puente escuche a la ciudadanía?
He contestado lo siguiente. “A la primera pregunta: Este gobierno siempre escucha, o intenta escuchar, lo que demanda la ciudadanía. Incluso lo que pueda demandar una parte, por reducida que sea. A la segunda: ¿Cuántos manifestantes serían necesarios?, nos dice. Pues respondo: uno es bastante. Es legítimo que una sola persona exprese públicamente su posición sobre cualquier asunto. Y será escuchada. Otra cosa es que, ante posiciones distintas e incompatibles, hay que optar. O que cuando se están llevando a cabo actuaciones legítimas, se mantengan. Pero escuchando siempre. Sin duda”.
Más tarde, después de su intervención (con planteamientos repetidos en infinidad de ocasiones), pude hablar de nuevo. “A usted, que le gusta tanto Italia, me gustaría recordarle un personaje importante, que probablemente conozca. Fue alcalde de Roma en los años 70. Profesor de las universidades de Palermo y Roma, es considerado uno de los mayores eruditos del siglo XX, autor de numerosas monografías. Se llamaba Giulio Carlo Argan. Y fue elegido alcalde de Roma en una formación denominada Sinistra Independente, un movimiento político y grupo parlamentario formado por personas que, en buena parte, no eran militantes de los partidos de izquierda que lo constituían. Pero que se habían volcado en un proyecto político concebido como un espacio de confluencia entre los partidos de izquierda tradicionales y la izquierda social (sí: algo parecido a Toma la Palabra). Argan estaba vinculado al PCI (Partido Comunista Italiano).
Pues bien. ¿Qué decía nuestro hombre que no podemos dejar de recordar ahora? Vayamos a uno de sus libros más conocidos: Historia del arte como historia de la ciudad (Barcelona, Laia, 1984. Puede descargarse aquí). En él decía que la última finalidad de la política urbana no es crear una ciudad, “sino formar un conjunto de personas que tengan sentimiento de ciudad. Y dar a ese sentimiento confuso y fragmentado en miles o millones de individuos una forma, en la que cada uno pueda reconocerse a sí mismo y a su experiencia de la vida asociada”. Y concluía: “El urbanista (podemos decir aquí el político) diseña siempre la ciudad por procuración, en nombre y según la profunda intención de la ciudadanía”. Eso es escuchar. Y en eso, exactamente, estamos. En defensa de (todo) el interés público.
(Imagen: Argan, en el Foro. Procedente de lavozdelsur.es).