Hay mecanismos para lograr distancia mucho más eficaces que los kilómetros. Porque tras la distancia física hay otra sentimental, mucho más fuerte y poderosa. Ya sé que con esto no digo nada. Pero déjenme seguir.
Viene al caso un librito publicado a finales de los años 60 que se dedicaba a indagar en los componentes de todas las distancias que nos envuelven. Se titulaba La dimensión oculta, y su autor era el antropólogo Edward T. Hall. Un libro majísimo. Que a pesar de los años transcurridos y de que, después de tanto tiempo, algunas de sus apreciaciones ya no valen, sigue siendo enormemente sugerente. ¿Qué les parece un texto que dice, por ejemplo, que “la transición de la confianza en la nariz a la confianza en la vista” redefinió el mundo de los seres humanos? “Confianza en la nariz”: ¿no es genial? O cuando cree que “puede decirse que las necesidades vitales se pagan con azúcar, cuyo banco es el hígado”. Impresionante.
Pero recordemos brevemente alguno de sus capítulos. En la primera parte se dedica a contarnos el comportamiento territorial de los animales y sus “mecanismos de espaciado”. Como la “distancia de huida”; o hasta dónde un animal deja acercarse a un enemigo potencial antes de huir a la carrera. Muy variable, claro está. Un antílope huirá cuando el intruso esté a 500 m de distancia. Pero el lagarto común tiene una distancia de fuga de 1,80 m. (Aunque lo que deberíamos saber es la distancia de huida de cada uno de nosotros). También está la “distancia de ataque”: fieras que huyen de otros animales que se acercan hasta que, al superar una distancia crítica, se revuelven y le atacan con violencia. O el “sumidero comportamental”, esa expresión con que se designan las grandes distorsiones y trastornos de todo tipo provocados por situaciones de hacinamiento en colonias animales.
Pero lo más interesante está, sin duda, en los capítulos dedicados a las cuatro distancias personales con que los seres humanos organizamos nuestro comportamiento territorial. La “distancia íntima”, en la que “la presencia de otra persona puede ser muy molesta por la gran afluencia de datos sensorios”. Molesta… o agradable, añadimos nosotros. Pues es la distancia “del acto de amor y de la lucha, de la protección y el confrontamiento”. Dentro de ella predomina el contacto físico. Es perceptible el calor corporal. Y todo se ve con extraordinario detalle. Por eso, una vez dentro de tal distancia, si no hay ni amor ni lucha, los comportamientos se enrarecen. “En los ascensores llenos, las manos se conservan pegadas al cuerpo o se emplean para agarrarse a alguna barra. Los ojos se fijan en lontananza y no se les permitirá posarse en nadie, como no sea fugazmente”.
La “distancia personal” designa la que nos separa constantemente, o intentamos que así sea, excepto en los momentos antes citados de amor o de lucha. Para hacernos una idea, se determina aproximadamente por la distancia del brazo. “Puede considerarse como una especie de esfera o burbuja protectora que mantiene un animal entre sí y los demás”. Está en torno a los 50-70 cm. Solo se permite el acceso dentro de ella según la relación que se tenga. “Una esposa puede estar dentro del círculo de la zona personal con impunidad. Pero si lo hace otra mujer, la cosa es muy diferente” (sí: el libro fue escrito en los 60).
La “distancia social” señala “el límite de dominación”. Llega hasta los 6 m. En ese ámbito el nivel de voz para comunicarse con otros sigue siendo el normal. No hay que alzar la voz. A esa distancia se tratan asuntos impersonales. “De pie y mirando a una persona a esa distancia se produce un efecto de dominación (…). En las oficinas de las personas importantes, las mesas de despacho son lo bastante anchas como para tener a los visitantes en la fase lejana de la distancia social”. Esta distancia “posibilita seguir trabajando en presencia de otra persona sin parecer descorteses (…). Si la recepcionista está a menos de 3 m de otra persona, aunque sea extraña, se sentirá suficientemente implicada como para verse virtualmente obligada a platicar”.
La “distancia pública”, por último, es aquélla en que se está “totalmente fuera del campo de la participación o la relación”. Recordemos que a los 5 m “el cuerpo empieza a perder su relieve y a parecer plano. El color de los ojos va dejando de ser perceptible. Puede verse periféricamente a otras personas presentes”. De manera que tenemos las cuatro distancias citadas. Y entre ellas la escogida en cada momento “depende de la transacción: la relación de los individuos interoperantes, cómo sienten y qué hacen”.
Hall pretendía, con esa ingenuidad tan candorosa de tantos científicos, llegar a un urbanismo organizado en función de esas distancias. Adaptado a cada país y cada lugar, pues en cada cultura esas distancias se redefinen y ofrecen matices, algunos importantes. Quería construir, efectivamente, un urbanismo de la distancia. Porque, decía, “debemos medir la escala humana en todas las dimensiones, incluso en las ocultas de la cultura”. Vana ilusión, desde luego. Pero fundada en un planteamiento que habría de resultar, además, claramente insuficiente. Porque sabemos, como decíamos más arriba (y no deja de ser una obviedad: soy consciente), que en muchas ocasiones las distancias se juegan más allá del sistema métrico y las esferas de la proxémica.
En el momento crítico de la película de Luchino Visconti titulada Gruppo di famiglia in un interno (estrenada en 1974, poco después de publicarse el libro de Hall) se oye de fondo la canción de Roberto Carlos titulada, precisamente, “La distancia”. En esos momentos los tres personajes se acercan, bailan y se abrazan (una escena un tanto sórdida, probablemente). Distancia íntima al por mayor. Pero Iva Zanicchi, que interpreta la canción, es implacable: “La mia solitudine sei tu”. Mi soledad eres tú. Ahí está. Y de la misma forma en que Gil de Biedma nos reclamaba atención para las “multitudes lejanas como seres queridos”, saltándose en el corazón todos los horizontes que hiciese falta; Visconti nos pone, al contrario, a tres personas estrechamente abrazadas como seres enormemente distantes. Será, supongo, que para el libro sobre las distancias de la soledad no nos ha de valer ya el bueno de Hall. No sé: ¿se escribirá con música?
(Imagen: Burt Lancaster y Helmut Berger en un fotograma de la película citada. Enlace con el fragmento citado de la película: https://www.youtube.com/watch?v=_tdHeDAxK5M. Enlace con la canción de Iva Zanicchi: https://www.youtube.com/watch?v=CfwXAQ9m0zc).