Cuenta Alberto Manguel en su Breve guía de lugares imaginarios (escrita con Gianni Guadalupi hace cuarenta años) una historia preciosa, que reproduzco a continuación:
“En 1923, un grupo de zapadores ingleses estaba midiendo una zona casi inaccesible del continente africano. Al final de un duro día, ansiosos de volver al campamento base, cayeron en que aún quedaba por medir una pequeña colina. Uno de ellos, el más imaginativo, propuso que terminaran el trabajo más tarde, de regreso en el campamento. Su sugerencia fue aprobada. Armado de un par de tijeras, el cartógrafo recortó de una revista el dibujo de un elefante, trazó su contorno en el mapa, y completó así la colina cuyas medidas nunca fueron tomadas. El monte en forma de paquidermo puede verse aún hoy en el ángulo noroeste de la página 17 de la serie cartográfica 1:62,500 publicada por el Real Instituto Geográfico Británico bajo el título África: Costa de Oro.”
Los autores de la Breve Guía lo relacionan con las estrecheces de la realidad y las promesas de la imaginación, “más allá de las Columnas de Hércules, donde se extendía un universo en el que todo era posible”. Pero, ahora que no hay terra incognita que valga, solo nos queda el arsenal del ingenio, la fantasía y la creatividad para recrear el mundo real. La palabra es ésa: recrear. ¿Con un elefante, quizá?
(Imagen: Mapa histórico de la costa de Guinea, llamada después Costa de Oro; c. 1725, Hermann Moll).