Blog de Manuel Saravia

Para la antología del cuento triste

Bárbara Jacobs y Augusto Monterroso (sí: el del dinosaurio ése que ya estaba allí) construyeron en 1990 una Antología del cuento triste, que se presentaba con esta declaración tan sugestiva: “Un buen cuento siempre será un cuento triste porque la vida misma es triste y un buen cuento concentra toda la vida”. Caramba. Reunieron 24 cuentos, a cual mejor, de los últimos 200 años y de dos continentes. Melville, Flaubert, Lugones, Mann, Faulkner, Joyce, Chéjov, Onetti, Rulfo, Joyce…

La gran mayoría acaban en muerte. Y la tristeza llega por eso mismo. Por la pérdida de alguien. Aunque, curiosamente, en cuatro de los cuentos es un animal el que acaba muriendo (un canario, una vaca, un perro y un mono). Por allí aparecen una y otra vez las palabras triste, ausencia, adiós. Con frecuencia se alude a la música, en varios cuentos. Y también al telégrafo o al correo. Porque las cartas dan muchísimo juego, si se quiere, para la pena. Y así el cuento de Carson McCullers, titulado precisamente “Correspondencia”, de cartas sin respuesta… es uno de los más desconsoladores.

Pero creo que, con todo, y siendo Monterroso tan amigo de lo breve, vendría bien completar el conjunto con un escueto poema de Ángel González, que ofrece otro rostro del desánimo que no necesita de adioses ni de muerte alguna. “No el dolor verdadero, / que enmudece; / sino esa sutil forma de tristeza / que no es apenas nada / más que ausencia de dicha”. Esa leve y finísima tristeza (engendrada, sin advertirlo apenas, por la falta de dicha) que permea lentamente nuestro ánimo, delicadamente, hasta empaparlo todo por completo.

(Imagen: Richard Galliano Tangaria Quartet, interpretando Les feuilles mortes, en YouTube).


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