En los años 60 del pasado siglo “la juventud cobró consciencia no sólo de ser diferente de las generaciones anteriores (algo que ya había ocurrido otras veces, como en el romanticismo), sino de ser la edad social y culturalmente importante” (José Luis L. Aranguren). La juventud se constituyó entonces como grupo social en abierta ruptura con los mayores. Y desde aquellos años la preeminencia de la edad juvenil sobre las demás se mantiene. Aunque en la actualidad parece que solo es así en la teoría. Son numerosos los datos que contradicen esa impresión.
Por de pronto, un reciente informe del Consejo de la Juventud (“Juventud necesaria”, de febrero de 2015) señala que los jóvenes españoles sufren hoy por la sobrecualificación, el desempleo, la precariedad y la pobreza, la emigración y la emancipación tardía. Veamos: Continúa existiendo una altísima cifra de ni-nis, “un 22,5% de personas entre 15 y 29 años que ni estudian ni trabajan”. El desempleo juvenil alcanza al 42,4% de la generación de entre 15 y 29 años (casi 30 puntos porcentuales más que en 2007). Entre 2009 y 2013 salieron de España en busca de trabajo un total de 218.000 jóvenes. La población joven es más pobre y el 30% se encuentra en riesgo de exclusión social. ¿Cómo se puede seguir sosteniendo hoy en España que los jóvenes constituyen la edad social y culturalmente más importante”?
Todo bascula en torno al empleo. También se suelen plantear, al hablar de actuaciones para la juventud en España, propuestas sobre vivienda, movilidad y formación, entre otras; pero lo fundamental es el empleo. Es decir, la clave para la emancipación. Que es mucho más que irse de casa de los padres.