En estos días he recibido un libro de poemas y dibujos de Fran Alonso y Marc Taeger, respectivamente, titulado “Ciudades” (Kalandraka, Pontevedra, 2018). Es precioso. No me atrevo a reproducir los dibujos (¿he dicho preciosos?), pero sí algunos versos. Todos tienen en común que llevan, como si fuese un amuleto, la palabra ciudad. A la que, por cierto, llenan de significado con una tranquilidad pasmosa, propia de una persecución de las mejores cosas. Vamos a por ellos.

“Mi ciudad posa / sus labios sobre el mar”. “Sonríes sintiendo la ciudad / que palpita dentro de tus venas / urbana mente”. “Los camiones entran en la ciudad / por la avenida principal / sacudiendo / su cuerpo torpe / de elefantes heridos buscando malembe”. “Ciudades civilizadas / como cítaras”. “Los perros lamen las ciudades, / embobados”. “La ciudad muda de piel cual serpiente / abrupta / corazón.” “Entre todas las ciudades prefiero / las que duermen sobre el mar / o aquellas que se alzan en la arena / del desierto. / Las primeras están habitadas / por sardinas de plata, / y las segundas por / dátiles de luz”. Y el último: “Los domingos parecen un barco fantasma / que avanza entre la niebla. / Transcurren silenciosos y navegan hacia el lunes. / Hay sosiego en la ciudad y, en ese lento y tranquilo respirar, / se sabe que al día siguiente, / en la escuela, / alguien subirá de nuevo / las persianas de las aulas”. Está muy bien.

(Imagen del encabezamiento: portada del libro)