Carlo M. Cipolla fue un historiador de la economía notabilísimo. Pero su mayor éxito de público probablemente haya sido (creo) su librito titulado Allegro ma non troppo. No se puede tener gracia, porque acabas oscureciendo con los textos de humor los trabajos serios. Aunque la formulación es más compleja (puede verse aquí), un resumen puede ser el siguiente. Según Cipolla, los seres humanos se dividen en cuatro categorías fundamentales: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos. No hay más.
Si una persona realiza una determinada acción y obtiene una pérdida (económica o de otro tipo, incluyéndose las “satisfacciones psicológicas y emotivas”), al mismo tiempo que procura un beneficio a otros, habrá actuado como un incauto. Si obtiene un beneficio y al mismo tiempo procura un beneficio a otros, habrá actuado inteligentemente. Si realiza una acción de la que obtiene un beneficio causando un perjuicio a los demás, se habrá comportado como un malvado. Y si, finalmente, causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio, es que estamos ante una persona estúpida.
Pues bien; el autor se preocupa por enunciar una serie de leyes sobre la estupidez en el mundo. Dice que hay muchos más estúpidos de los que pudiéramos imaginar. Que las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las estúpidas. Que la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe; ya que “es más peligroso que el malvado”. Y así varias leyes más. La verdad es que es un libro divertido. Porque, obviamente, los lectores no suelen situarse en el papel de los estúpidos.
Pero sobre todos los demás hay un párrafo que hoy, aquí y ahora, cobra una actualidad inquietante: “Las clases y las castas (…) fueron instituciones sociales que permitieron un flujo constante de personas estúpidas a puestos de poder. (Ese lugar) lo ocupan hoy los partidos políticos, la burocracia y la democracia. En el seno de un sistema democrático, las elecciones generales son un instrumento de gran eficacia para asegurar el mantenimiento estable de la fracción ε entre los poderosos”. Entendiendo por “fracción ε” el conjunto de personas estúpidas de una sociedad. Vaya panorama.