Blog de Manuel Saravia

Esa forma particular de la poesía y del humor

Probablemente nadie cite tan mal como yo. Pero recuerdo haber leído, hace algunos años, una columna de Vicent (¿o era de Millás?) en El País, en la que se decía que había un modo poético de llevar la vida. Me gustó muchísimo, pero no consigo encontrarla. ¿Sería de otro autor? Lo cierto es que me quedé con la música. Vagamente recuerdo que hablaba de cómo una madre abrigaba y colocaba cuidadosamente la bufanda del niño, atendiendo a que entonase con el resto de la ropa. Cultivando la armonía.

Pero al buscar aquel artículo he encontrado otras pistas. “Cómo hacer de los quebrantos de la vida y del cuerpo una forma de elegancia”. Cómo saber “que esta felicidad era el amor” (vale: ésta es de Dorothy Parker, citada por Vicent). Reconocer el mapa de las antípodas en una mancha del techo (esto es de Fernando León). La serenidad ante la desgracia. Recoger frases sueltas “como otros recogen perros abandonados de la calle” (Millás).

El reciente libro de Víctor Gómez Pin, El honor de los filósofos (Acantilado, 2020), es una mina de ejemplos de este modo poético. Incluso creo que podría decirse que el libro mismo, al completo, se refiere en último término a esa forma particular de la poesía que implica la propia vida. Se pueden recordar gestos, como el de “la lucha contra la inercia, contra el deslizamiento en la pendiente” de Simone Weil. También (una anécdota curiosa) la defensa de Voltaire de crear un teatro en “la triste Ginebra”, en oposición a Rousseau, que lo rechazaba por “excitar las pasiones y hacer vivir una existencia ilusoria”: la afirmación de la vida. O bien, en lo que insiste el autor, el simple (¿simple?) sostenimiento de la entereza y la dignidad. Como en Georges Politzer, alzando los ojos desafiante y buscando la mirada de los miembros del pelotón de fusilamiento de la Wehrmacht: “Todos sois fusilados por mí”.

Pero en mi opinión también deberían incluirse los rasgos de humor, en circunstancias críticas, quizá al borde mismo de la muerte (esa forma particular del humor). De los que también pueden encontrarse muchos ejemplos. Pero destaco solo uno: “Es rico el anecdotario sobre la actitud de Chénier en el momento de ser conducido al cadalso. Atestiguada o no, quiero retener la imagen que lo presenta leyendo una tragedia de Sófocles y cerrando el libro antes de ser esposado, no sin antes señalar la página”. Ahí está. Fue guillotinado el 25 de julio de 1794. Pero se fue, no sin antes marcar la página para su (improbable) vuelta. No sé por qué, pero me encanta.

(Imagen: Retrato de André Chénier, atribuido a Joseph-Benoît Suvée, Museo de Bellas Artes de Carcassonne).


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