En el último número de Página abierta (septiembre-octubre de 2015) se dedica un informe de 14 páginas al “Desplazamiento forzado y refugio”, del que me gustaría extraer un par de aspectos llamativos, uno cuantitativo y otro cualitativo. El primero lo comenta Rafael Poch, quien ante “las infladas cifras del Gobierno federal” alemán, según las cuales se espera que el “primer receptor europeo” reciba este año 800.000 refugiados, recuerda que “los extranjeros no solo entran en Alemania, sino que también se van”. Cada año, concreta, “a razón de medio millón. En los últimos diez años 5,4 millones de extranjeros han abandonado Alemania”. Por lo que las cifras del actual flujo, “que se están haciendo pasar por críticas, son anecdóticas”. Y más aún con lo que está por venir, y no precisamente por la misma causa: “Las estimaciones que la ONU baraja para el futuro en materia de éxodos ambientales (futuros emigrantes del calentamiento global) convertirán en un chiste lo de ahora”.
El segundo aspecto que extraigo de los artículos de Página abierta procede de Javier de Lucas, quien se pregunta: “¿Es compatible declarar que el asilo es un derecho irrenunciable de quienes tienen la condición de refugiados, por lo tanto innegociable, y establecer un sistema de cuotas?”. Obviamente, no. Son tesis “moral y jurídicamente incompatibles”. Si el asilo es un derecho, “¿qué le decimos al refugiado 200.001? Disculpe, pero la cuota de derechos a respetar ya se cumplió, siga participando, vuelva al bote y pruebe el año próximo”.