La mutación del racismo científico al racismo cultural exige un mayor esfuerzo intelectual
Como sabemos, nadie dice hoy (o casi nadie: siempre queda algún tipo raro) que unas razas son superiores a otras, que es algo demostrado científicamente. La “producción contemporánea del racismo en las sociedades europeas” es mucho más sutil. Efectiva, pero sutil. Recorre caminos oscuros y busca su legitimidad por el lado de la cultura. Una mutación que acompaña “a la vez, como enfermedad senil de formas de vida colectiva que se descomponen y como enfermedad infantil de las que se inventan”.
Nos exige un esfuerzo intelectual: “Si bien no es difícil caracterizar el racismo patente, flagrante, hay que reconocer también que el epíteto racista sólo vale sin ambigüedad para una parte de las conductas, discursos o personas a las que se aplica. Para los otros cabe el examen, el debate y la duda”. Cuando los nobles sentimientos no bastan, cuando sabemos que interesarse por conocer un fenómeno aumenta la capacidad de acción, nos proponemos, por tanto, estudiar más y debatir más el racismo. Contamos con un libro magnífico (al que corresponden las citas de esta entrada): Michel Wieviorka, El racismo: una introducción (Barcelona, Gedisa, 2009), del que hemos tomado las siguientes 11 notas.
1. Una definición. El racismo consiste en caracterizar un conjunto humano con atributos naturales, asociados a características intelectuales y morales, que se aplican a cada individuo relacionado con ese conjunto y, a partir de ahí, adoptar prácticas de interiorización y exclusión. Primero caracterizar, después excluir.
2. Un racismo institucional, sin actores. Hay un enfoque del racismo según el cual se mantiene a determinados grupos en situación de inferioridad gracias a mecanismos no percibidos socialmente. Por medio de ellos, y sin que exista hostilidad o prejuicio, sin necesidad de que exista una fuerte estructuración ideológica o doctrinaria. Un ejemplo que cualquiera entiende: nadie milita en Europa por la discriminación de la mujer en la vida política, pero los resultados son los que son. El funcionamiento de las instituciones sociales lo promueve, sin que nadie tenga mala conciencia. No está sólo vigente este tipo, pero también hay un racismo institucional.
Según este enfoque se mantiene a determinados grupos en situación de inferioridad gracias a mecanismos no percibidos socialmente.
3. Cuatro fuentes potenciales de racismo. Pueden señalarse cuatro polos que corresponden cada uno a “una fuente virtual de racismo”: el racismo universalista (el que acompaña a la modernidad triunfante cuando pretende ser única referencia del progreso, como en el colonialismo), el racismo de la caída de grupos sociales (aquí el racista es aquél que pierde su estatuto o posición social, o teme perderlos; este racismo suele integrar un discurso populista), el racismo de la identidad (nacional, étnica, religiosa), cuando “se presenta como oposición a la modernidad”; y finalmente el racismo “de las identidades en conflicto”, contra grupos que se definen a sí mismos como culturalmente distintos, más allá de cualquier referencia a la participación en la identidad o en su control.
4. El prejuicio. Es una primera forma elemental de racismo, que amplía las diferencias entre los grupos y desembocan en estereotipos susceptibles de alimentar o justificar actitudes discriminatorias. Con frecuencia “resiste a los conocimientos que lo cuestionan, incluso a los hechos que lo desmienten”. Pero una observación: el prejuicio no se prolonga automáticamente en la práctica, como demuestra el estudio clásico de LaPiere, de 1934. Viajó con una pareja de chinos por 248 hoteles y restaurantes de USA, y en todos (excepto uno) fueron bien atendidos. Pero luego remitió un cuestionario a esos mismos establecimientos y el 90% de las respuestas decían que, llegado el caso, no se le brindaría ningún servicio a esa clientela. No siempre es automático el paso del prejuicio al acto, ya que en la práctica los clientes chinos fueron bien recibidos.
5. La segregación (un grupo mantenido a distancia, en espacios propios) puede ser fruto del funcionamiento del mercado o de lógicas institucionales o políticas. “Pero sometido al análisis está claro que a menudo, tras el funcionamiento aparentemente mecánico del mercado, se encuentran políticas (sociales, habitacionales, educativas), es decir, intervenciones de los poderes públicos, que orientan más o menos fuertemente este funcionamiento es un sentido que puede corresponder al racismo o, al contrario, esforzarse por contrarrestarlo”.
6. La discriminación. La segregación racial corresponde a una lógica de diferenciación. La discriminación alude a una lógica de jerarquización. Con frecuencia transita por formas más o menos veladas, no ilegales (por ejemplo, el trato de los empleadores o arrendadores de pisos a candidatos de perfil social similar, pero aspecto diferente). “Ante la discriminación racial lo más eficaz es combinar medidas legislativas y presión política, adoptada por instituciones públicas o actores militantes”.
“Ante la discriminación racial lo más eficaz es combinar medidas legislativas y presión política, adoptada por instituciones públicas o actores militantes”.
7. La violencia racista. El racismo es siempre una violencia, por cuanto constituye “una negación de quien resulte víctima, una alteración de la parte de humanidad de la que cada cual es portador”. Pero no sólo nos referimos a esta violencia (del orden del desprecio, o de la simple expresión del odio), sino a la violencia física. “Aunque parezca dispersa, hasta el punto de que parece la suma de actos individuales, eventualmente aislados, la violencia racista remite al análisis sociológico y político en la medida en que se expresa no en el vacío social (…), sino en un contexto que la vuelve posible e, incluso, a los ojos de su protagonista, legítima”.
8. El peso actual del racismo. “La idea común, en muchos países de Europa especialmente, según la cual el racismo actualmente se encontraría en expansión no es fácil de establecer”. Los cambios que afectan a cada uno de los elementos que componen el racismo en el seno de una sociedad “no son necesariamente convergentes”. Lo cual no significa que, efectivamente, en las últimas décadas vivimos un retorno del racismo que, tras la Segunda Guerra Mundial parecía haber terminado definitivamente. “Convendría saber que, sea cual sea la evolución futura, es muy probable que nuestras sociedades se dejen tentar cada vez más por el racismo”.
9. Críticas al antirracismo. En los años 90 se criticó en Francia “a los profesionales de la buena conciencia y a algunos intelectuales de izquierdas” por no haber entendido que, al estigmatizar como racistas a una parte de la población “en realidad mostraban arrogancia e incomprensión hacia quienes, al ser sometidos a condiciones de existencia difíciles, al miedo y al sentimiento de abandono, podían ser empujados hacia la extrema derecha”.
10. Niveles de la acción antirracista. Cuando la acción antirracista está sostenida por actores directamente implicados, su fuerza consiste en ser capaz de arrastrar una fuerte movilización. Cuando es sostenida por otros actores (abogando en nombre de valores y principios generales) puede apoyarse en partidos, sindicatos y asociaciones que pueden tal vez no tener nada que ver con el grupo víctima, aumentar su alcance. Los movimientos que son capaces de articular las dos exigencias son los más efectivos. “No es fácil conjugar la igualdad y la diferencia, la apelación a un tratamiento igualitario conforme a principios universales y la referencia a una identidad colectiva en particular; pero cuando este esfuerzo ya no se realiza o fracasa, la acción antirracista se debilita y estalla en fracciones”.
No es fácil conjugar la igualdad y la diferencia, la apelación a un tratamiento igualitario conforme a principios universales y la referencia a una identidad colectiva en particular
11. Un debate pormenorizado. “El racismo es un desafío que no hay que tratar ni en exceso, convirtiéndolo en una plaga masiva o dramatizando acontecimientos que lo traducen, ni banalizándolo o minimizándolo”. Cuando sólo se apela a valores de igualdad y se tratan con desprecio tradiciones, memoria o reivindicaciones que ciertos grupos valoran, cuando ni son escuchadas ni debatidas sus propuestas, pueden sentirse víctimas de un giro racista. Cuando, a la inversa, las identidades prosperan, pero “imponiendo cada una a sus miembros la ley del grupo y desinteresándose por las modalidades generales de la vida en la ciudad, incluso corriendo el riesgo, en casos extremos, de destruirla, el peligro de racismo no es menos evidente”. De ahí que lo más razonable, útil y justo, nos parezca la “implementación de procedimientos políticos que aseguren un tratamiento democrático” de tales conflictos. Sutilezas, búsqueda de puntos de equilibrio, modalidades de intercambio y debate, compromisos, evitación del encrespamiento de los problemas sociales.
(Imagen: Asentamiento rumano en La Seca, en 2008. Foto: Santiago; publicada en elmundo.es)