Grupos que influyen decisivamente en los gobiernos
No alberguemos muchas esperanzas de autonomía. Lo que diga un determinado plan, por muy general que sea, queda subyugado por lo que establezcan los grandes intereses nacionales; o mejor aún, europeos. La inmensidad de las Redes Transeuropeas de Transporte (TransEuropean Networks, TEN) aplasta a cualquier corporación municipal díscola. Los más de 150 megaproyectos que se previeron a finales de los 90, y que debían estar concluidos en 2010, con miles de kilómetros de nuevas autopistas, enlaces de trenes de alta velocidad, nuevas vías para trenes de carga, ampliación de aeropuertos y canales navegables. ¿Alguien los ha hecho realmente frente? ¿Alguien ha condicionado, o siquiera inquietado, su desarrollo?
Poco importa que el tráfico por carretera se haya incrementado muy por encima de los límites ecológicamente sostenibles (Greenpeace calculó que los proyectos de las TEN ocasionarían un aumento del 15-18% en las emisiones de gases de efecto invernadero). Poco importa nada, cuando detrás están British Petroleum, Petrofina, Shell y Total; los fabricantes de coches DaimlerChrysler, Fiat, Renault, fabricantes de productos electrónicos y otros componentes para el automóvil como Pirelli y Pilkington, empresas constructoras de trenes de alta velocidad como Siemens y ABB, y compañías constructoras de carreteras como Titan Cement. Más aún: ese mismo programa de las TEN ha sido el que ha permitido reestructurarse a esas mismas empresas. Más y más: La cooperación entre esas multinacionales y la Comisión Europea ha sido apabullante. Han sido y son mucho más que amigos. Incluso algunos directivos de tales empresas han alardeado públicamente de cómo la Comisión recogía sus propuestas. “Cuando la ERT (European Roundtable of Industrialist) habla, los gobiernos escuchan y toman nota” (AA.VV, Europa S.A., Barcelona, Icaria, 2002).
En 1993 se creó, desde la citada ERT, el ECIS: Centro Europeo para el Estudio de las Infraestructuras (European Centre for Infraestructure Studies). Duró los cuatro decisivos años 1993-1997. Su fundador: Humberto Agnelli, de Fiat. Entre sus miembros se encontraban gobiernos regionales y nacionales, ayuntamientos, instituciones de la Unión Europea, institutos de investigación y grandes empresas. La indecente amalgama público-privada del ECIS organizó encuentros “para educar” a los funcionarios afectados. Y elaboró informes decisivos para los acuerdos políticos sobre transporte. Nadie se preguntó por los intereses que había detrás de esos informes. Las presiones vienen actualmente, entre otros, de la FIEC (Federación Europea de la Industria de la Construcción) y la tramposa ECST (Coalición Europea para el Transporte Sostenible), liderada por la agresiva Federación Internacional de Carreteras (IRF). Esta última proclama que el transporte por carretera es la forma de movilidad más sostenible.
(Imagen de cabecera: la E-39, en Noruega. Procedente de http://www.roadsuk.com/images/img_euroroute_002.jpg)
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