Blog de Manuel Saravia

El criterio de los cocodrilos

Está bien echar un vistazo de vez en cuando al Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Corominas y Pascual. Consultarlo es un placer. Son seis volúmenes de unas mil páginas cada uno. Pero no sobra ni una sola. Ayer consulté, para el Pleno de hoy (sobre los criterios del PGOU) el origen de la palabra “criterio”. Un término que debe buscarse bajo “crisis”. Viene del latín, “decisión”, derivado de “separar” (más concretamente “separar escogiendo”) y de “juzgar”. Luego, en el XVIII, vendrá su acepción médica (“mutación grave que sobreviene en una enfermedad para mejoría o empeoramiento”), que después se amplía a otras materias (“momento decisivo en un asunto de importancia”).

Pero lo realmente fantástico nos llega un poco más abajo, con una palabra derivada: el vocablo “hipocresía”. Vaya encuentro. La “hypokrisía”, que era en origen la representación de un papel en el teatro, pasó a verse como cualidad o actitud que finge una bondad que no se tiene, o una disposición favorable a alguien o algo que es igualmente falsa. María Moliner (su diccionario, otro gran regalo), al explicar la palabra hipocresía la aproxima a “doblez, doblura, falsedad, ficción, fingimiento, fruncimiento, lágrimas de cocodrilo…”. ¿Lágrimas de cocodrilo? En efecto: esa curiosa y soberbia expresión con que se alude a la simulación de pena o de arrepentimiento.

No puedo resistirme a enlazar criterio y cocodrilos. Porque efectivamente observo (y vuelvo al PGOU) cómo algunos criterios que se plantean ahora con pesar y contrición por algunos grupos, en los que se defiende lo que no se apoyó hace tiempo, no parecen creíbles. Vayamos a la movilidad. Se dice defender una movilidad sostenible. Pero cuando el PP de Valladolid se reía, en los años 90, de la propuesta del PGOU que se redactaba entonces de incluir las bicis en la ciudad y prever carriles bici (“con tantas bicicletas, parece más bien tratarse de un plan de una ciudad de China o de Cuba”, comentó gracioso Javier León de la Riva), ya se resistía con uñas y dientes a modificar un modelo de movilidad basado rotundamente en el coche. Cuando se proponía, por ejemplo, limitar la anchura de los carriles del tráfico rodado (una norma habitual en el planeamiento), el PP de Valladolid planteaba el establecimiento ¡de una anchura mínima!, sin límite.

Hoy ya no se atreven a tanto, y dicen defender la movilidad ciclista. Pero con la boca pequeña. Porque insisten con cierta agresividad en mantener el protagonismo del coche. Pilar Vicente, de Ciudadanos, también es de esa misma opinión o criterio. Y no entiende que habiendo en Valladolid fábricas de automóviles pueda plantearse una movilidad más sostenible. Y José Antonio Martínez Bermejo, del PP, nos acusa de “autofobia” por plantear aparcamientos disuasorios junto a las rondas. Dos ejemplos realmente increíbles, pero ciertos. Aunque hay muchos más. Que hacen imposible dejar de ver sus lamentos sobre el desastre urbanístico pasado y los criterios de enmienda que dicen proponer, como lágrimas de cocodrilo. Criterios y cocodrilos: ya están unidos en nuestro PGOU.


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