Blog de Manuel Saravia

En el día de los derechos humanos

Un pequeño librito, de 2,5 x 2,0 cm., es suficiente. Ahí están enunciados los derechos, los 30 artículos de la Declaración Universal del 10 de diciembre de 1048. Y en relación con ellos, aunque se citen expresamente, tres referencias.

1. El rostro. Emmanuel Lévinas plantea el valor del rostro, del encuentro cara a cara. Que nos dice, sin hablar: “No me dejarás morir”. Porque “el rostro habla; es el presupuesto de todas las relaciones humanas”.

2. El respeto. Michael J. Sandel nos advierte de que el respeto a uno mismo y el respeto a otros manan del mismo principio. Pues “hay una diferencia entre el respeto y otros lazos humanos. El amor, la simpatía, la solidaridad y el compañerismo son sentimientos que nos acercan más a unos que a otros. Pero la razón de que debamos respetar la dignidad de las personas no tiene nada que ver con lo que de particular puedan tener. El respeto no es como el amor. No es como la simpatía. No es como la solidaridad o el compañerismo. Amamos a nuestro amor y a los miembros de nuestra familia. Sentimos simpatía por personas con las que nos identificamos. Sentimos solidaridad hacia nuestros amigos y camaradas”. Pero el respeto se lo debemos a todas las personas, “un respeto a la humanidad en cuanto tal”.

3. La certeza. Recuerdo haber escuchado a Francisco Tomás y Valiente aquí, en Valladolid, caminando por el Paseo de Zorrilla en 1994, repetir esta frase: “Si dudas, estás perdido”. Los derechos humanos son certezas. No cabe ponerlos en duda. Hoy, menos que nunca.

(Imagen: Un bolígrafo BIC junto a la edición de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Ed. Pailler, Barcelona, 1996).

 


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