Tomo el título de una de las entradas del Segundo diario mínimo de Umberto Eco (editado en Debolsillo, 2014; aunque el original es de 1992), porque también me voy a plegar a su contenido. Comienza así: “Cuando llamo al dentista para pedir hora y me dice que en toda la semana que viene no tiene ni una hora libre, yo le creo. Es un profesional serio. Pero cuando alguien me invita a un congreso, a una mesa redonda (…) y yo le digo que no tengo tiempo, no me cree. ‘Vamos, profesor’, dice, ‘una persona como usted el tiempo lo encuentra’. Evidentemente, nosotros los humanistas no estamos considerados profesionales serios, somos unos holgazanes”.
Y entonces Eco nos invita a revisar sus cuentas. “He hecho un cálculo”, nos dice. Y se pone a cuantificar cada una de las actividades que realiza al año. Más concretamente, en el caso de un año no bisiesto, con 8.760 horas. Es curioso. “Ocho horas de sueño, una hora para despertarse y arreglarse, media hora para desnudarse y poner el agua mineral en la mesilla y no más de dos horas para las comidas, ascienden a 4.170 horas”.
Luego sigue con sus cuentas de lo que le llevan las clases, recibir a los estudiantes, la lectura de las tesis que dirige o de las que es tribunal (a una media de tres minutos por página), las páginas que escribe (“entre pensarlas, tomar apuntes, pasarlas a máquina y corregirlas” estima que “se me vaya, al menos, una hora por página”), y el resto de sus actividades profesionales. Que le suman 8.094 horas.
De manera que solo tiene para todo lo demás que quiera hacer en la vida (“sexo, relaciones con amigos y familiares, funerales, atenciones médicas, compras, deporte y espectáculos (…) lectura de material impreso”, etc., una hora y cuarenta y nueve minutos al día. Pero lo mejor es el final: “¿Y el tabaco? A 60 cigarrillos al día, medio minuto entre buscar el paquete, encender y apagar, son 182 horas. No las hay. Tendré que dejar de fumar”.
He estado haciendo mis propias cuentas. Me salen unos resultados bastante parecidos a los del autor piamontés, aunque por conceptos muy distintos. Reuniones variadas, atención a visitas, firma electrónica (calculo por este concepto, que se supone que agiliza el proceso de firma, unas 130 horas al año, tirando por lo bajo), redacción de textos y elaboración de trabajos, asistencia a consejos, comisiones y comités, presencia en diversos actos, etc., etc.
¿Y los plenos? 8 horas de asistencia a cada uno de los plenos ordinarios y 3 de media en los extraordinarios, además del tiempo de lectura y estudio de las mociones presentadas (en el último: 9 mociones), y preparación de las intervenciones que me correspondan (en el último pleno: 11 intervenciones), aparte del tiempo preciso para decidir y elaborar las mociones de nuestro grupo… ¿tendré que dejar de asistir a los plenos, o bastará con que deje de fumar?