Blog de Manuel Saravia

Comentarios sobre la entrevista al Instituto Balear de la Vivienda

El último número de la revista de arquitectura El Croquis (nº 219, 2023) se dedica, por primera vez, al trabajo de una administración. Lo que debe verse como un giro editorial especialmente interesante: la calidad de la arquitectura en el contexto de la acción pública. Y han elegido mostrar el trabajo reciente, muy concienzudo, del IBAVI, el Instituto Balear de la Vivienda; del que se muestran, con gran detalle, 24 proyectos y obras de los últimos años en las islas. Pero más que ir caso a caso, podemos centrarnos en la larga entrevista que se hace, como introducción, a Cris Ballester (directora general de Arquitectura y Vivienda del gobierno balear) y a Carles Oliver (responsable del departamento técnico del IBAVI), para entender bien el trabajo de la entidad.

En la entrevista se habla de todo (absolutamente de todo. Aunque quizá podría decirse: menos de política). Alquiler o propiedad, el modelo de la ciudad de Viena, la eficiencia energética y el cambio climático, la vivienda de jóvenes y mayores, el nefasto modelo de “ayuda a la piedra”, el devenir de la vivienda en los últimos años. Pero lo central, a mi parecer, es el esfuerzo del que hacen gala por integrar estos cinco registros: economía, sostenibilidad, vivienda, arquitectura y entorno. En ese empeño es donde, creo, radica lo mejor de su aportación.

Y así defienden, los dos entrevistados (contestan al alimón), el papel de los muros de carga, la masividad, el espesor, el uso de materiales de bajo impacto ambiental, la minería urbana, los bloques de tierra compactada (tapial), la madera natural y los paneles contralaminados, o “la piedra de marés con funciones estructurales o la Posidonia oceánica como material de aislamiento térmico”. Porque, dicen: “no necesitamos una casa, sino un ecosistema”.

Amparan tipologías flexibles (que podrían verse como una relectura del sistema de “soportes” de Habraken, de los años 70), con lo que denominan “secuencias espaciales en damero, zeta y naves”. Proponen la “indeterminación (de cada estancia) y la ausencia de jerarquía espacial”: una estrategia “para adaptar la vivienda de alquiler a los distintos modos de vida de los potenciales usuarios”. Sus pliegos de condiciones son exigentes con la sostenibilidad, pero también incluyen cláusulas sociales referidas a “aportaciones de las constructoras a proyectos vinculados a la emergencia habitacional”, por ejemplo. Y aportan un “manual de gestión” en el que ofrecen soluciones concretas para “conseguir las condiciones de confort término” requeridas.

Aunque los números del IBAVI sobre el parque de viviendas son todavía modestos (hay que recordar que no hablamos de política municipal de vivienda, sino de comunidad autónoma), en los últimos años han mejorado muy notablemente, y sus resultados arquitectónicos son muy atractivos. Hay en la entrevista, es cierto, algunas afirmaciones que no podemos compartir. Por citar las dos más llamativas: las viviendas destinadas a “colectivos específicos” (en la pregunta se alude a la vulnerabilidad de algunos hogares) se plantean para un uso “transitorio”, con un único dormitorio. Y, según parece, toda su política se centra en la construcción de viviendas, nunca en hacerse cargo de viviendas vacías existentes. En todo caso, una buena entrevista y una buena publicación, que ofrece información que es extremadamente útil conocer y tener en cuenta.

(Imagen: Viviendas en Salvador Espriu 39, del IBAVI, publicadas en bienalesdearquitectura.es).


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