Blog de Manuel Saravia

Ay, Savater, Savater

Hay gente que, por lo que sea (estamos en una edad muy difícil), tiene una especie de complejo de vida por el que se siente obligada a dejar bien claro que ya no es lo que fue, y que es tan valiente (cómo gusta esta palabra) que no solo se atreve a dejar claro que se avergüenza de lo que entonces dijo (la juventud es así de estúpida), sino que se pone por delante de los defensores de aquello que detestaba entonces. Para dejar de dar vueltas: creo que Fernando Savater se siente obligado a ser el más facha (sí: facha) de toda su generación, y para demostrarlo no le importa hacer el ridículo.

La última entrega de su recalcitrante conversión a la derecha extrema (sí: extrema) ha sido su bonito artículo del pasado sábado en El País, graciosamente titulado “Negacionista”. Se pone las botas. Es divertidísimo. La gracieta va esta vez de que el cambio climático es algo así como una broma histérica de nuestro tiempo. Fíjense: “Aquel verano (de 1947) en San Sebastián se alcanzaron los 36,6 grados a la sombra”. Qué calor. “¡Con lo emocionado que estaba yo creyendo que el calentamiento global era cosa de ahora y resulta que viene por lo menos de cuando estaba en la cuna!”. Es que me troncho.

Y saca conclusiones. “En todo caso, los apocalípticos que predican el decrecimiento energético son fanáticos, no ilustrados, porque el desarrollo industrial es imprescindible para mejorar la vida humana y luchar contra la miseria”. Hala! A progresar, holgazanes! Y no a “llorar por los osos polares”. Genial, ¿no?

En fin, lo dicho. No se puede ser más fanático… del ultraliberalismo ilustradísimo. Que les den a los oso polares y a cualquier bicho en trance de desaparición. ¿Quién necesita a la foca monje del Mediterráneo? Y ya puestos: ¿Para qué vale el sentido de la medida? Menos mal (es un caballero) que todo esto lo dice “con animosidad, como Yolanda Díaz”. ¿A que es majísimo?

Bueno. Pues estará contentísimo. Hay tanta gente poniéndole verde que le imagino hinchado en su sillón, regodeándose de la importancia que posiblemente suponga que tienen sus opiniones. Cuando lo cierto es que lo que verdaderamente ofrece, y quienes le replican lo atestiguan, es la patética evolución de su pensamiento.

(Imagen: Uno de los osos polares más famosos, Mimosín, en el anuncio del suavizante super concentrado en 1988; procedente de www.youtube.com/watch?v=IU-tNI0_Lrs).


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