En el debate sobre la denominación de la plataforma que finalmente se ha llamado Valladolid toma la palabra hubo quien propuso el nombre de una revista de crítica cultural (ya desaparecida): Archipiélago. Es un nombre estupendo. Archi significa superior (archiduque es más que duque). Y piélago es el mar (empalagar, empielagar, empalagarse: internarse demasiado en el mar). Así que el archipiélago es el mar principal (en origen: la parte del Mediterráneo próxima a Grecia y poblada de islas; por extensión, cualquier conjunto de islas).
Digo que al proponer ese nombre la referencia era, probablemente, la revista citada, porque al justificar aquel nombre se aludía al lema que figuraba en la primera página: “Conjunto de islas unidas por aquello que las separa”. ¿No es magnífico? Algo que separa es también lo que une, lo que individualiza a cada elemento da forma al conjunto, lo profundo integra a lo que emerge.
Finalmente esa denominación no prosperó para la plataforma política. Pero creo que sí puede ser útil para calificar su programa electoral. ¿Cuáles serían las piezas o las islas? Recordemos que muchos de sus elementos o capítulos son de origen diverso y con expectativas propias. Que proceden de distintas tradiciones de la izquierda; de la ecología política, del 15-M, de los movimientos vecinales o antidesahucios, del LGTB; de varios grupos profesionales “sin fronteras”; de grupos animalistas; de pacifistas; de las mareas verde, blanca, naranja, morada o granate. Y hay personas que han hecho aportaciones y son tan suyas que podría decirse que cada una constituye en sí misma una isla.
¿Y qué es lo que además de separar también une a todas esas propuestas? El inmenso mar de la justicia social. De una justicia apremiante y exigente. Una urgencia que en cada isla se interpreta de forma propia y distinta (de ahí las separaciones). Pero que constituye las aguas en que todos y todas navegamos. Este “mar principal” en que nos sentimos unidos. Lo dicho: el programa del archipiélago.