“Un individuo fue descrito por un vecino suyo de la siguiente manera: ‘Steve es muy tímido y retraído, siempre servicial, pero poco interesado por la gente o por el mundo real. De carácter disciplinado y metódico, necesita ordenarlo y organizarlo todo, y tiene obsesión por el detalle’. ¿Es probable que Steve sea un bibliotecario o un agricultor?”
La anterior pregunta figura (por dos veces, al principio y al final) en el libro del Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman Pensar rápido, pensar despacio (Penguin, 2012). Es curiosa. Parece un juego elemental. Pero veamos los comentarios del autor sobre las respuestas obtenidas. Que creo que podrían considerarse relevantes ahora en nuestra ciudad, en relación a varios debates abiertos de carácter urbanístico y social.
“La semejanza de la personalidad de Steve con la de un bibliotecario estereotipado es algo que a todo el mundo le viene inmediatamente a la mente, pero las consideraciones estadísticas, igualmente relevantes, son casi siempre ignoradas. ¿Sabe el lector que en Estados Unidos hay más de 20 agricultores por cada bibliotecario? Habiendo muchos más agricultores, es casi seguro que habrá más caracteres ‘disciplinados y metódicos’ en tractores que en mostradores de bibliotecas. Sin embargo, descubrimos que los participantes en nuestros experimentos ignoraban los datos estadísticos relevantes y confiaban exclusivamente en la semejanza”.
Solemos confiar muchísimo en nuestra intuición. Y, obviamente, está muy bien. Para eso la tenemos: para contar con ella. Pero en ocasiones nos lleva al error. “¿Qué se puede hacer con los sesgos? ¿Cómo podemos mejorar los juicios y las decisiones, los nuestros y los de las instituciones a las que servimos y que nos sirven a nosotros? La respuesta es que poco podemos conseguir sin un esfuerzo considerable”. O dicho de otra forma: pensar despacio.
El libro trata, precisamente, de los “sesgos de intuición”. Y presenta múltiples ejemplos, a cual más interesante (los hay curiosísimos). Finaliza el autor con esta idea: “La voz de la razón puede ser mucho más tenue que la voz alta y clara de una intuición errónea, y cuestionar nuestras intuiciones es poco agradable en medio de la tensión que acompaña a una gran decisión”.
(Imagen: Una avioneta dibujando signos de interrogación en el cielo de Málaga el pasado año, como parte de una campaña publicitaria. Procedente de laopiniondemalaga.es).