Ayer se presentaron en la Fundación Segundo y Santiago Montes, de Valladolid, dos nuevos libros de la “Colección de la belleza” (Eolas ed.): La belleza del vagar, de Gonzalo Abril; y La belleza del afuera, de Jorge Praga. Hablando del vagar, de todo lo vago, se refirieron al término “anexacto”, que describe algo de manera no exacta, desde luego; pero rigurosa. Como los recuerdos, de contornos vagos.
Y es que para hablar de las afueras también puede venir bien ese mismo término: anexactas. Porque el libro se remite a ese espacio “tejido con vida de naturaleza, abstracto y vago si se piensa aisladamente”. Un ámbito que, “en su paso por estas páginas” (dice Praga en el libro cit.) “se reserva el temblor, la duda, lo inesperado. Y también la atracción de lo oscuro, la seducción de lo desconocido, el pálpito de otras formas de belleza”.
Y es que las afueras (mejor el plural que “el afuera”) delimitan, con indeterminación pero a la vez con certeza, el espacio donde acaba la ciudad, y donde también se acaba el campo. Ese ámbito a veces llamado descampado (¿también serviría desciudad?). Al que se llega en tránsito lento: “Suavemente, sin querer, la calle, / tan urbana hasta entonces, desemboca: / traje con hierba, trozos rotos, vidrio, / hoja de lata, ruinas modernísimas, / profusión de verdores en desorden / como si fueran mieses de ninguno” (Guillén, “Desemboque y frontera”).
El espacio de las lagartijas, los conejos y las fogatas. Pues así suelen ser las afueras de la gran ciudad: matorrales y basuras, charcas y lagartijas, casas en ruina, coches en el borde, rótulos despintados. “Las afueras son grandes, / abrigadas, profundas. / Lo sé pero, ¿no hay quién / me sepa decir más?” (Gil de Biedma, “Las afueras”). Late intensamente la vida en las afueras.
“Aquello era un espacio de vida tan sorprendente como ignorado para mí, un vergel secreto que me invitaba a compartir los aromas de las ramas tronchadas o de las flores silvestres, los vuelos de los insectos, los brincos de los saltamontes, los ruidos rastreros de habitantes que no querían nada conmigo” (Praga, en el cap. titulado “La sebe”). Afueras donde la vida se da sola. Exuberante. Intensa. Y también el amor. “Vulgares, atestadas en verano, / dignas y desoladas en invierno, / son igual que el amor estas afueras” (Joan Margarit).
(Imagen: Terrenos de Las Raposas. Es decir: las afueras de Parquesol. Procedente de Google.com).