“Amo las listas, o elencos, o enumeraciones o catálogos”, nos dice Umberto Eco. Y quién no. Pues no solo son útiles (véase la lista de la compra de Miguel Ángel: “Una jarra de vino con cuerpo, un cuarto de vino seco, un plato de espinacas, cuatro anchoas…”. O los consejos de Billy Wilder para guionistas: “1º. El público es caprichoso. 2º. Así que agárralo por el pescuezo y no lo sueltes…” Y así hasta 10 consejos. O el listado de los pájaros de la Casa Blanca, según anotó T. Roosevelt: Martinete común, tórtola, codorniz, grévol engolado…). No solo son útiles, decía, sino que también pueden ser emocionantes (y aquí tenemos, por ejemplo, el “Besar a June” de Johnny Cash: “Not smoke, Kiss June, Eat, Not eat too much, … not write notes”. O el repertorio de La Librería de Italo Calvino: “Libros que no has leído, libros de cuya lectura puedes prescindir, libros que podrías pedir prestados a alguien, libros que podrías apartar para leerlos, a lo mejor, este verano…” O la sorprendente clasificación de los animales que se presenta en el Emporio Celestial de Conocimientos Benévolos, de Borges: “Pertenecientes al Emperador, Embalsamados, Perros sueltos, Que de lejos parecen moscas…”). Útiles y emocionantes, las listas son un objeto cultural como hay pocos, es cierto. Y por eso, de Homero a Joyce, todo está lleno de listas.
Listas prácticas y listas poéticas. Organizadas por la esencia de las cosas o por sus propiedades. Enumeraciones coherentes o disparatadas. Exuberantes o caóticas. Todos hacemos listas continuamente. Como la lista de nombres disponibles para futuros libros, de Charles Dickens: El trastero, La maleta de alguien, Un puñado de ceniza… Y otra más: los “Mandamientos para la vuelta a la Universidad”, de Sylvia Plath: “Mantén un semblante alegre en todo momento. Dormir mucho. Conserva el buen humor, aunque suspendas Ciencias… Y recuerda: 5 meses no son una eternidad, 2 meses no son una eternidad. Aunque ahora lo parezca…” O las dos listas, de pros y contras, que escribe Ross para decidir si estar con Rachel o con Julie. Los peros de la primera: “Es mimada, tonta y únicamente piensa en su aspecto; solo es una camarera; etc.” La segunda solo tiene una entrada: “No es Rachel”.
Ayer saludé a un ciudadano que prometió hacerme llegar una lista de cosas que creía que había que hacer en la ciudad. Es algo frecuente. Y de agradecer. Me dijo que paseaba mucho y que iba anotando reparaciones necesarias, posibles mejoras de todo tipo. Lo peor es cuando nos dejamos atrapar por la música del elenco, el ritmo ascendente de sus componentes, que remite al “vértigo del etcétera”, a acabar con un etc. que tiende hacia un infinito que abarca absolutamente todo. Podemos verlo especialmente en días como hoy, al borde del Año Nuevo, muy dados a las listas. (Marilyn Monroe hizo una de ellas a finales de 1955, una lista de propósitos del Año Nuevo: “Ir a clase, sin falta. No faltar nunca a mis sesiones de Actors Studio. Si es posible, ir al menos a una clase en la universidad: literatura…” Una lista que acababa así: “Tratar de disfrutar siempre que pueda; ya seré bastante infeliz”).
Y en el periodo electoral que se avecina, más listas aún. Listas de promesas en los programas (con frecuencia numeradas del 1 al… 300 o más). Listas (preferiblemente cremallera) en las candidaturas. Listas de los atributos de los candidatos o candidatas. Y aquí no me resisto a traer la que ponía Eco como ejemplo de caos creativo. Esta sí que es una lista buena y lo demás son tonterías. Me refiero a la que nos dejó Cole Porter en su composición de título más que expresivo: You’re The Top. Donde se declaran un montón de atributos que en su amontonamiento disparatado definen a la persona a quien se dirigen. Porque se dice que es, entre otras cosas, como el Coliseo. Como el Nilo. Como el queso camembert. La sonrisa de la Mona Lisa. Como la luz violeta de una noche de verano en España. La Torre de Pisa. Botticelli. La luna. Como una rosa. Como el Museo del Louvre. Los hombros de Mae West. Los pies de Fred Astaire. El celofán. Un barco que se desliza sobre el Zuiderzee. Como un soneto de Shakespeare y una sinfonía de Strauss. ¿Alguien podría decir algo mejor? ¿Alguien podría decirlo mejor?
(Imagen: Dibujo de Ella Fitzgerald en youtube.com. La mayoría de las listas citadas proceden del libro de Shaun Usher, Listas memorables -Salamandra, 2015-; y alguna del de Umberto Eco, El vértigo de las listas -Lumen, 2009-).