1. El valor urbanístico del comercio de proximidad. Vayamos a la ciudad medieval. Pues ella, decía Pirenne, “al abrigo de un recinto fortificado, vive del comercio y de la industria”. Que acaban convirtiéndola “en una personalidad colectiva privilegiada”. El comercio era entonces un factor generador de vida urbana, y las administraciones locales lo protegían. Hoy sigue siéndolo. ¿Se protege con el mismo interés? El sector comercial, en Valladolid, da trabajo a 14.000 empleados, de los cuales el 40 % (unos 5.600) trabajan en grandes superficies. El resto, distribuidos por toda la ciudad, cumplen una función esencial: dar vida a las calles (¿puedes pensar en tu calle sin comercios?), y también ofrecen seguridad. Los pequeños comercios de barrio están cerca de la gente (es sabido que hay personas que no puede desplazarse mucho para aprovisionarse). Generan empleo (de los que más). Se va hacia ellos andando y con frecuencia te venden productos locales. Y ofrecen atención personal… de verdad.
El Ayuntamiento tiene numerosos programas de atención y ayuda a esta actividad, fundamentalmente en la Concejalía de Innovación, Desarrollo Económico, Empleo y Comercio, a través de la Mesa del Comercio. En estos días, por ejemplo, con la iluminación navideña de 60 calles, que contribuye a la animación del espacio urbano. O con el “XVIII sorteo del Árbol de los Deseos”, que estimula igualmente la actividad comercial. Pero también, durante todo el año, está en marcha un programa como el de «Comercio Amigable con las Personas Mayores». O el “Bono Próximo” (incentivando el consumo en el comercio de proximidad, con descuentos a los consumidores, como se planteaba en el programa de VTLP). Además, Valladolid es “Ciudad por el Comercio Justo”, al disponer de un número suficiente de puntos de venta de productos solidarios. Y ha aprobado un plan, y firmado un convenio (con la Cámara, Avadeco y Fecosva), “para la promoción y mejora del comercio minorista de proximidad en Valladolid”. Con 4 líneas estratégicas, 14 programas y 41 proyectos, con acciones concretas.
(Abajo: Gráficos del Plan Integral de apoyo al comercio de proximidad. Ayto. de Valladolid. 2019-2021).
2. Los otros formatos. En el libro de Bernabé Rodríguez Velarde, El urbanismo comercial (ed. Dykinson), se sistematizan las tipologías de establecimientos comerciales. Que se diferencian, por ejemplo, por el tipo de surtidos (únicos o polivalentes). O por el tipo de actividad (tradicional, especializado o en régimen de autoservicio). Pero la distinción fundamental deviene de su dimensión. Pues está claro: las grandes superficies distorsionan todo el funcionamiento del sistema comercial urbano tradicional (¿podría decirse ecosistema?). Tanto los grandes centros comerciales como los grandes establecimientos especializados, situados ambos generalmente en zonas periféricas desde los años 80, han tenido un impacto muy negativo sobre la actividad comercial más urbana. Dejando aparte las exigencias de movilidad motorizada que implican, alteran decisivamente la relación de proximidad de la actividad comercial con la residencial. Sin embargo, todo apunta a que se trata de un modelo en decadencia. O al menos en crisis profunda. En nuestro entorno se ha visto, por ejemplo, el cierre de una gran instalación próxima a Zaratán.
Pero la posición respecto a este tipo de centros pone de manifiesto las distintas actitudes políticas del equipo de gobierno anterior y del surgido de las urnas en 2015. Pues desde ese año no solo se frenaron (varios) proyectos en distintas áreas de la ciudad, sino que, en el caso más significativo, se detuvo, de forma definitiva, la propuesta de ampliación de Vallsur. Cabe recordar el Convenio Urbanístico del 4 de febrero de 2014 para la creación de un nuevo frente urbano en Paseo Zorrilla c/v a la Avenida de Zamora, cuando se promovía una actuación drástica para su ampliación; y la sentencia favorable al Ayuntamiento, que deniega el “Plan Especial Habilitante para la ampliación de gran establecimiento comercial”, de 30 de mayo de 2018. Y ahora, la finalización de los recursos: 13 de julio de 2021. Y así, tras un largo y complejo proceso judicial, finalmente el centro quedó circunscrito a sus dimensiones (ya muy notables) iniciales.
Es cierto que el dominio de los grandes centros no constituye el único problema del comercio local. Pues ahí está el e-commerce (al que han de acogerse también las pequeñas empresas). Pero también, sin ir más lejos, las compañías como Amazon y otras de similar comportamiento. De las que se dice que contribuyen a la desertificación económica y social de las ciudades, a la destrucción de muchas pequeñas y medianas tiendas, que no pueden competir con los precios de las grandes empresas (que operan a una escala muchísimo mayor). Y aquí hay que hablar, una vez más, de Jane Jacobs (últimamente todo el mundo habla de ella, cada día), para defender la vida amable de las ciudades. Frente a la avalancha de las grandes compañías de comercio electrónico se están creando plataformas cooperativas del comercio local, para competir. Construyendo poco a poco un comercio de proximidad digital “que respete la diversidad comercial y social de la ciudad”. (Abajo: vista de Vallsur).
3. Mejorando en paisaje urbano. En casi todas las ciudades, de una forma u otra, se apoya a su comercio local. Antes se indicaron, en el punto 1, algunos programas de Valladolid. Pero también debe mencionarse el interés por mejorar la urbanización de las calles más comerciales, armando la peatonalización de las más significativas (lo trataremos más adelante, en el hilo 13). O, como se indicó más arriba, estableciendo programas de ayudas directas o indirectas. Por ejemplo, Zamora. Donde se prevén peatonalizaciones nuevas y se han dispuesto hasta 18.000 bonos de 15 euros cada uno (me refiero a lo aprobado en septiembre de 2021) “de comercio solidario ‘Suma y Sigue”, destinados a ayudar “específicamente a las personas que se encuentran en situación de desempleo y al mismo tiempo fomentar la compra de productos en el comercio local”.
(Abajo: tres peatonalizaciones recientes: Claudio Moyano, Pasión y María de Molina).
4. Locales en las plantas bajas. La Covid-19 provocó un cataclismo en los locales de la ciudad. Muchos establecimientos de hostelería, del comercio o los servicios cerraron, algunos definitivamente. Y muchas calles se quedaron sin vida, sin el ánimo que esos establecimientos procuraban. Desde un punto de vista urbanístico, la proliferación de locales vacíos en planta baja ha tenido un impacto enormemente negativo para la calidad del espacio urbano. Es cierto que probablemente se trate de una manifestación más de las nuevas tendencias y modelos de consumo (como se ha señalado antes: comercio y ocio en ubicaciones periurbanas, y compras por comercio digital deslocalizado). Unas tendencias a las que hay que hacer frente para que no avasallen.
Desde la Concejalía de Planeamiento Urbanístico y Vivienda (antes llamada sencillamente “de Urbanismo”) se puso en marcha un estudio sobre esta cuestión. Se definió un área piloto (en torno a San Andrés: un área próxima al centro de la ciudad que incluía las calles Mantería, Labradores y Panaderos, y también el entorno de la Plaza Circular y San Andrés: 31,2 has, 45 calles y 903 locales) para, a partir de sus resultados, ver si era razonable extrapolarlo al resto de la ciudad, y actuar en consecuencia. Porque el objetivo era el de fomentar una ocupación sostenible de los locales de planta baja de los edificios (no solo comerciales, es cierto), para mantener el tono urbano, con todas las ventajas de esta tipología de espacios urbanos.
Se previó la compra, a medio plazo, de locales de planta baja, estratégicamente situados. En las calles más necesitadas. De locales que podrían ser de muy distinto tipo. De hecho, en la zona analizada se ha observado que el 28% de los locales en planta baja están sin actividad. Pero su tipología y usos son muy diversos. El 11% de los locales son de alimentación; el 13,5% de ropa y calzado; el 12,5% son de hostelería; y el 23% de servicios (relacionados con la belleza y la estética, banca, agencias de viajes o seguros, gimnasios, salones de juego, de baile, clínicas de diverso tipo -cirugía estética, dental…- etc.). Una gran variedad, como decíamos.
(Abajo: gráficos del estudio de Cotesa 2021: porcentaje de tipos de locales, distribución en el área de estudio; y locales vacíos en la misma zona).
5. Para 2022. Por todo lo dicho, en la Concejalía de Planeamiento Urbanístico y Vivienda (antes “Urbanismo”), se prevé impulsar o mantener tres tipos de actividades. La primera, continuar buscando el equilibrio entre formatos, frenando la expansión de centros comerciales, en ámbitos en los que crean desequilibrios. En segundo lugar, continuar promoviendo espacios comerciales urbanos, de proximidad, con la urbanización agradable (aceras anchas, comodidad por el alumbrado y mobiliario, peatonalización en ocasiones, etc.). Y por último, ampliar el estudio sobre la situación del comercio y los locales en planta baja en toda la ciudad de Valladolid, para actuar después en consecuencia.
Este último estudio (actualmente en fase de contratación) pretende, como decimos, promover políticas destinadas a fomentar la economía local a pequeña escala. Los criterios para decidir qué locales, dónde, con qué características y para qué usos deban destinarse, se tratarán con las asociaciones específicas (comerciales, de servicios, vecinales, etc.). Con un criterio amplio de intervención. Considerando, por ejemplo, la necesaria dinamización de las calles más “apagadas”. Pero también, evitando la creación de los denominados “desiertos alimentarios” (espacios en los que los residentes de bajos ingresos tienen limitado el acceso a alimentos necesarios y asequibles porque, sencillamente, las tiendas y los supermercados han desaparecido por la escasa rentabilidad de mantenerse allí). La política de locales comerciales ha de responder, por lo tanto a una amplia casuística que implica la participación de asociaciones y vecindario.
(Imagen del encabezamiento: la calle Mantería, hoy).